La superstición es algo inherente al deporte. Atletas y equipos de cualquier disciplina acuden a los más estrambóticos rituales para invocar la victoria y le echan la culpa de muchas de sus derrotas a causas extradeportivas.
En esta ocasión hablaremos de una nueva maldición que recorre el mundillo de las Grandes Ligas y que tiene que ver con la popular cantante Taylor Swift.
A la siete veces ganadora de premios Grammy se le achaca traer mala suerte a los equipos en cuyos estadios se ha presentado como parte de su gira mundial para promover su álbum "1989".
A mediados de julio, los Nacionales de Washington dominaban la División Este de la Liga Nacional y se enfilaban como grandes favoritos para llegar a la Serie Mundial.
Los días 13 y 14 de ese mes, la muchacha ofreció dos conciertos a lleno total en el Nationals Park, con casi 200 mil asistentes.
Pocas semanas después, la novena de la capital entró en una caída en picada hasta quedar eliminados de cualquier aspiración en el 2015.
El 29 de agosto le tocó presentarse ante 44,710 fanáticos en Petco Park, la casa de los Padres de San Diego. Desde entonces, los Padres juegan para récord de 11-18.
Y el 9 de septiembre, la chica de moda cantó frente a 40,122 delirantes seguidores en el Minute Maid Park de Houston, sede de los Astros.
El equipo que sorprendió a los entendidos desde el comienzo de la temporada al cabalgar a todo galope la zona Oeste de la Liga Americana comenzó entonces a resbalar y hoy está en peligro de quedarse fuera de los playoffs, cuando resta una serie del calendario regular.
Luego de la actuación de Taylor Swift, los Astros han caído en 11 de 19 juegos y cedieron la punta de la división ante los Vigilantes de Texas.
Ahora, a duras penas, aspiran a colarse en la postemporada con el segundo comodín del joven circuito.
Pero, ¿qué culpa tiene en realidad Taylor Swift? Si quieren culpar a la muchacha, allá ellos.
En el caso de los Nacionales, el equipo se le fue de las manos al manager Matt Williams, tras la llegada del cerrador Jonathan Papelbon, quien resultó ser una manzana podrida que mató la buena química del camerino.
Además, ello coincidió con los nuevos aires que comenzaron a soplar por Nueva York con la llegada del cubano Yoenis Céspedes, quien le cambió la cara a la ofensiva de los Mets.
Los Padres que no se quejen. Ellos eran considerados favoritos para pelear la división, pero han jugado mal desde el mismo principio de la temporada.
Si después de la cantante juegan para 11-18, antes de eso lo hacían para 62-67, así que no le busquen la quinta pata al gato.
Y a los Astros simplemente podría haberlos traicionado la inexperiencia de talentosísimos jóvenes, presionados ante la grandeza de la hazaña conseguida contra todo pronóstico.
De todos modos, siguen vivos y cierran el calendario contra los alicaídos Diamondbacks de Arizona, mientras que los Vigilantes y los Angelinos de Los Angeles se matan entre sí en los cuatro partidos finales de la campaña regular.
Pero por si acaso, los fanáticos de los Cachorros de Chicago no quisieran ver a Taylor Swift aparecerse por el Wrigley Field. Ya bastante tienen con la maldición del chivo.
Ah, y malas noticias para los seguidores de los Azulejos. Mañana y pasado, 2 y 3 de octubre, Taylor Swift tiene conciertos programados en el Rogers Centre de Toronto.
Eso fue en el 31 de mayo del 2008, durante los últimos meses que pasó Ramírez con los Medias Rojas de Boston antes de ser canjeado esa misma temporada a Dodgers de Los Angeles.
Entonces, el Big Papi rondaba los 280 cuadrangulares y los 500 parecían una meta muy lejana para un pelotero que ya había cumplido los 32 años.
Pero siete campañas después, Ortiz todavía sigue dando palos con una consistencia admirable y hoy es el quinto pelotero dominicano con cinco centenares de bambinazos, junto con Alex Rodriguez (684), Sammy Sosa (609) y Albert Pujols y Manny Ramírez, ambos con 555.
El Big Papi sabe lo que ha hecho. En una entrevista reciente con la colega Marly Rivera, cuando le faltaban tres vuelacercas para los 500, el dominicano señalaba que en ese momento, sólo 26 peloteros de los miles y miles que han pasado por las Grandes Ligas han concretado esa hazaña.
De este grupo, ya se sabe, Pujols y Ortiz son los únicos que lo han hecho a golpe de trabajo duro, de entrega diaria sobre el terreno, sin la ayuda adicional y fraudulenta de sustancias prohibidas.
"Mira, Pujols termina de jugar pelota ahora mismo y ya es Salón de la Fama. Eso no es secreto para nadie", me dijo hace unas semanas Ortiz, durante una visita de Boston a Miami para una serie de juegos interligas.
¿Y se ve David Ortiz entrando un día a Cooperstown?
"Bueno, en mi caso, yo estoy jugando todavía y voy a seguir acumulando números para ver si cuando llegue mi hora ustedes los periodistas se apiadan de mí y me ponen ahí".
Uno de los mejores bateadores designados de la historia, Ortiz es un profesional de la cabeza a los pies, de esos que se toma en serio la rivalidad entre su equipo y los Yankees de Nueva York, al estilo de la vieja escuela.
Pero al mismo tiempo es capaz de masacrar con su bate a los Azulejos de Toronto Blue Jays, aunque ello beneficie a sus archienemigos Yankees en la tabla de posiciones.
Por eso en Nueva York se le odia con respeto, un sentimiento contradictorio que sólo los grandes consiguen despertar entre sus contrarios.
Eso habla por sí solo de la profesionalidad de este hombre, polémico, sin pelos en la lengua, que no se aguanta para criticar a la gerencia de los propios Medias Rojas, porque tiene un aval de prestigio único para hacerlo.
Aval que le da su trabajo a prueba de balas y la devoción incondicional de una de las fanaticadas más exigentes y fieles del planeta, que reconoce en él al líder indiscutible de la franquicia.
Próximo a cumplir 40 años, al Papi al parecer le queda suficiente gasolina en el tanque para seguir repartiendo batazos algunas temporadas más.
Entonces, ¿quién sabe si algún día lo veamos acercándose al club de los 600 jonrones? Para quien promedia más de 30 bambinazos por campaña, la meta no es imposible, aunque hoy parezca tan lejana como fueron los 500 en el 2008, cuando Manny Ramírez puso a David Ortiz a sacar cuentas en una calculadora.
500 jonrones a fuerza de trabajo para el Big Papi
Cuando Manny Ramírez llegó a 500 jonrones en su carrera, su compatriota David Ortiz buscó una calculadora y comenzó a sacar cuentas para ver si él sería capaz de alcanzar alguna vez esa emblemática cifra.Eso fue en el 31 de mayo del 2008, durante los últimos meses que pasó Ramírez con los Medias Rojas de Boston antes de ser canjeado esa misma temporada a Dodgers de Los Angeles.
Entonces, el Big Papi rondaba los 280 cuadrangulares y los 500 parecían una meta muy lejana para un pelotero que ya había cumplido los 32 años.
Pero siete campañas después, Ortiz todavía sigue dando palos con una consistencia admirable y hoy es el quinto pelotero dominicano con cinco centenares de bambinazos, junto con Alex Rodriguez (684), Sammy Sosa (609) y Albert Pujols y Manny Ramírez, ambos con 555.
El Big Papi sabe lo que ha hecho. En una entrevista reciente con la colega Marly Rivera, cuando le faltaban tres vuelacercas para los 500, el dominicano señalaba que en ese momento, sólo 26 peloteros de los miles y miles que han pasado por las Grandes Ligas han concretado esa hazaña.
De este grupo, ya se sabe, Pujols y Ortiz son los únicos que lo han hecho a golpe de trabajo duro, de entrega diaria sobre el terreno, sin la ayuda adicional y fraudulenta de sustancias prohibidas.
"Mira, Pujols termina de jugar pelota ahora mismo y ya es Salón de la Fama. Eso no es secreto para nadie", me dijo hace unas semanas Ortiz, durante una visita de Boston a Miami para una serie de juegos interligas.
¿Y se ve David Ortiz entrando un día a Cooperstown?
"Bueno, en mi caso, yo estoy jugando todavía y voy a seguir acumulando números para ver si cuando llegue mi hora ustedes los periodistas se apiadan de mí y me ponen ahí".
Uno de los mejores bateadores designados de la historia, Ortiz es un profesional de la cabeza a los pies, de esos que se toma en serio la rivalidad entre su equipo y los Yankees de Nueva York, al estilo de la vieja escuela.
Pero al mismo tiempo es capaz de masacrar con su bate a los Azulejos de Toronto Blue Jays, aunque ello beneficie a sus archienemigos Yankees en la tabla de posiciones.
Por eso en Nueva York se le odia con respeto, un sentimiento contradictorio que sólo los grandes consiguen despertar entre sus contrarios.
Eso habla por sí solo de la profesionalidad de este hombre, polémico, sin pelos en la lengua, que no se aguanta para criticar a la gerencia de los propios Medias Rojas, porque tiene un aval de prestigio único para hacerlo.
Aval que le da su trabajo a prueba de balas y la devoción incondicional de una de las fanaticadas más exigentes y fieles del planeta, que reconoce en él al líder indiscutible de la franquicia.
Próximo a cumplir 40 años, al Papi al parecer le queda suficiente gasolina en el tanque para seguir repartiendo batazos algunas temporadas más.
Entonces, ¿quién sabe si algún día lo veamos acercándose al club de los 600 jonrones? Para quien promedia más de 30 bambinazos por campaña, la meta no es imposible, aunque hoy parezca tan lejana como fueron los 500 en el 2008, cuando Manny Ramírez puso a David Ortiz a sacar cuentas en una calculadora.
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