“Caramba, dejó pasar un caramelo… se molesta consigo mismo”, son muchas de las frases que se escuchan hoy en la narración cubana, nacional o provincial, sin importar si se trata de una Serie Provincial, una Serie Nacional o un evento internacional. En todos, el mal pensamiento técnico-táctico de los peloteros en Cuba sale a relucir de alguna forma o de otra, como uno de los puntos neurálgicos que tienen a la pelota cubana sumida en una situación cuya irreversibilidad se hace cada vez más evidente.
Últimamente el tan llevado y traído tema de la calidad de la pelota en Cuba y de la falta de profesionalidad de los atletas ha sido uno de los puntos de discusión de todos los debates que señalan los problemas y aluden al trabajo en la base como la mágica solución, sin pensar que tal vez todos estos elementos van un poco más allá.
El triunfalismo, el championismo, y el deseo de demostrar el status de gran potencia que tanto nos han lastrado desde que la Serie Nacional se convirtió más que en un espectáculo en la principal cantera para el equipo Cuba (como mismo fueron durante un muy largo tiempo los Metropolitanos para los Industriales), desempeña un papel protagónico, casi estelar, en la caída libre que ha experimentado la inteligencia en sentido general de los peloteros del país, y les ha dejado como consecuencia un sinnúmero de fallas técnicas que arrastran hasta la selección nacional, donde ocurre a veces que se tiene la desfachatez de decir que fulano tiene deficiencias técnicas que hay que pulir si quiere llegar al equipo Cuba.
¿De quién es la culpa?
Pues de nadie más que del sistema. Desde el primer momento en que la evaluación de un entrenador de categorías inferiores depende más del resultado competitivo que de la calidad técnica con que forme a los atletas, se corre el riesgo de que con el objetivo de ganar, este entrenador cometa barbaridades como enseñar a un pitcher de 11 años a tirar slider y tenedor, solamente buscando ganar, una meta sin dudas a corto plazo, que tendrá como consecuencia el precoz final de la carrera del serpentinero en cuestión. La sed de victoria a cualquier costo, motivada precisamente por un evaluador que prefiere centrarse en lo cuantitativo, es decir en la ubicación, que en lo cualitativo, o sea el aprendizaje y la educación de los atletas.
Claro, que los entrenadores a este nivel tienen que buscar siempre el buen resultado, pues los salarios no son nada alentadores, y para lograr una selección a dirigir en el extranjero o un viaje de colaboración a mediano y largo plazo, hay que caer en gracia a los que desde una oficina en La Habana toman las decisiones.
No obstante, la lista de elementos objetivos y subjetivos que afecta el desarrollo de la pelota en la base es enorme, y las autoridades del béisbol cubano, culpando de manera facilista y mezquina a los hombres, como eslabón más débil de la cadena, les exigen que hagan un buen trabajo en la base, sin dar su brazo a torcer y cambiar ellos mismos las condiciones que motivan o malmotivan a los entrenadores de las categorías inferiores.
¿Puede negarse lo objetivo y lo subjetivo?
No, jamás. La falta de implementos deportivos en todas las áreas de práctica del béisbol en Cuba es sin dudas un aspecto totalmente negativo que atenta de manera directa contra el desarrollo de la pelota en la Isla. Es muy difícil que se juegue béisbol si no hay bates, pelotas o guantes, y en honor a la verdad los precios que tienen estos artículos, cuando aparecen, son tan altos que no se sabe si lo que dan es risa o ganas de llorar. Lo peor es que en muchas ocasiones, estos implementos (que deben ser adquiridos por los padres de los muchachos, verdaderamente quienes mantienen andando estas categorías) no tienen la calidad suficiente como para durar todo un año, por lo que aquellos cuyos infantes deseen practicar el béisbol se encuentran en una situación más que difícil.
La alimentación es otro factor que ha influido e influye en la fuerza, la velocidad y la resistencia. Esto no es un invento mío, pues en una entrevista realizada en Cubadebate por Michel Contreras a José Manuel Cortina, el destacado entrenador abordó este aspecto como uno de los que más ha afectado al pitcheo de Cuba, aunque en general ha dañado al desarrollo de todos los peloteros. La situación económica que ha atravesado el país y por ende el grueso de la población, ha venido a afectar el desarrollo físico de muchos de estos atletas que juegan hoy, pues una gran parte de ellos nació luego de la Caída del Muro.
Los salarios y las motivaciones de aquellos encargados de que esos muchachos, más que nada, sean formados de manera coherente, y que a la hora de ascender de categoría tengan limadas las deficiencias que no son aceptables en un nivel superior, también afectan a la calidad de la pelota nacional en sentido general. Desprovistos de un amparo oficial que analice con lógica los resultados del año, los entrenadores se ven obligados a recurrir a todo tipo de tácticas y artimañas para lograr una ubicación en los torneos, y así obtener una buena evaluación y con ella el ansiado Team Cuba de la categoría o el viaje. Mientras no se motive a estos hombres a hacer un buen trabajo, teniendo en cuenta los resultados que realmente importan en estas categorías y no la engañadora buena ubicación en un torneo nacional, no se van a centrar en formar atletas que en el futuro tengan profesionalidad y oficio.
Pero tal vez otros aspectos que tienen lugar ya en la arena del juego sean mucho más demoledores a la hora de echar abajo el edificio.
Para comenzar, los directores, en ese mismo afán de ganar (que no es culpa suya, reiteramos) sin importar otra cosa, descuartizan el pensamiento técnico-táctico de los jugadores. Dando las señas desde el banco hasta en un partido sin importancia, convirtiendo a los receptores en máquinas receptoras-reproductoras de señas, y a su vez eliminan la independencia y la capacidad de los lanzadores de pensar por sí mismos y de tomar ellos sus propias decisiones sobre cómo enfrentar a tal o más cual rival. Es justamente entonces que aparecen los lanzamientos nobles, los bateadores que se dejan cantar tres strikes luego de estar en cuenta de tres bolas, los pitchers que transfieren a sus enemigos luego de una cuenta favorable de dos strikes, los defensores que realizan tiros innecesarios o a bases equivocadas o sin defensor.
El béisbol es por lo general un deporte de fallos (tal vez por eso es tan difícil descubrir a aquellos que venden los juegos), quien menos falle tendrá mayores oportunidades de ganar, y los fallos mentales se han pasado de la raya últimamente en toda Cuba, incluyendo la escuadra nacional, y pasando desde jugadores establecidos como estelares a directores a quienes se conoce como “grandes estrategas”. El desastre del partido de la semifinal en los Juegos Panamericanos de Toronto o el del juego de eliminación en el III Clásico Mundial de Béisbol son dos ejemplos bien claros de que cada día tenemos atletas más manejados por control remoto que autónomos e independientes.
La historia podría repetirse en el Premier 12 y en los años por venir… mientras no se haga algo que no sea dar el clásico y facilista discurso de que “Hay que seguir trabajando en la base.”
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