Escrito por: L. Eduardo Domínguez, Oscar Figueredo Reinaldo
PREFACIO DE LO COTIDIANO
Pánfilo hace reír, pero ya no sorprende tanto. Ha regresado de la panadería y su libreta de abastecimiento no lo protege como consumidor: ni siquiera ha podido adquirir todo lo que le corresponde, ya, más que la cantidad, le preocupa la calidad. No por gusto lo llaman Pánfilo, ha sufrido demasiado las travesuras de la harina de trigo, el horno, el aceite…y las manos humanas.
Cada lunes a las 8:30 pm, el canal Cubavisión nos ofrece un informe pormenorizado de insatisfacciones y atropellos a los que poco a poco se han acostumbrado muchos cubanos.
Pánfilo es solo una voz. Nos divertimos frente al televisor los lunes y salimos a la calle para vivir los mismos cuentos, día a día.
El peso neto del pan de hoy, a simple vista, es muy diferente al que se vendió ayer en este mismo establecimiento. Quizás la acción de la levadura no fue la apropiada y por tanto no ocurrió correctamente el proceso de la fermentación antes del horneado. En consecuencia, el volumen y la esponjosidad del pan han variado tanto de un día a otro. Tal vez, el amasado tampoco fue suficiente: los turnos de trabajo en la panadería varían en dependencia de los horarios. A veces consuela saber que en el siglo XV, los trabajadores de los molinos sustituían los granos de trigo por una mezcla de polvos minerales y cartílagos de sepias y calamares secos. Hoy, a muchos le basta con imaginar que las cosas podrían ser peores, y prefieren callar. Aunque siempre alguna sospecha se convierte en reclamo, como debería ser siempre.
Los vecinos del lugar vienen con sus bolsas de nylon, y compran sus panes, cada uno por el precio de un peso en moneda nacional (MN). (Es el mismo pan que se le vende a cada individuo diariamente, por 0,05 MN la unidad).
Y entre la muchedumbre, un señor recostado al mostrador de la panadería, ofrece barras de mantequilla a $ 5,00 MN. Es asombroso, cada barra está envuelta en un papel plateado que refuerza la presencia del producto.
Pero quizás muy pocos hayan despertado de la seducción. No a todos se les ocurre cómo se hace la misma.
ENGÁÑAME QUE ME GUSTA:
Aunque para muchos las bases de tan lucrativo negocio se remontan al llamado Período Especial, sin duda alguna, los últimos tiempos han visto resurgir tan engañoso oficio.
Existen casos realmente difíciles de creer. Sin embargo, al encontrar a un protagonista de tan ingeniosas soluciones, es mejor callar para que no le den gato por liebre en la próxima compra:
Tenía más de 50 años y su rostro parecía haber sido castigado duramente por la vida. Sus manos intrincadas por los callos denotaban que había trabajado mucho. Lo había visto en la calle un par de veces, sentado siempre bajo el árbol de mango.
El primer encuentro había ocurrido de manera casual; fue una tarde calurosa cuando angustiado por la falta de fuentes le inquirí para hacerle unas preguntas sobre el tema de esta investigación.
Días más tarde y sin creer que la suerte existe, el arrepentido señor declaró que me iba a contar su historia. No me grabes, fue lo primero que me había pedido tras el anuncio de que me iba ayudar con el trabajo.
Aún incrédulo ante la posibilidad de tener esta fábula, lo primero que me cuenta es que la barrita de mantequilla ha dejado de ser un producto derivado de la leche para sucumbir ante “la necesidad”.
“Hace tiempo la mantequilla que venden “por la izquierda”, se mezcla con agua y manteca, se bate en una lavadora y se congela en esas barras envueltas en papel plateado; así mismo el “tomate” en muchos purés, puede ser ají pimiento, remolacha, o hasta zanahoria. De ahí la variedad de matices en el color (y el sabor)”.
Solo me dio tiempo a sacar el portaminas y una libreta del bolso para apuntar todo aquello, pero según él, todavía no había contado lo mejor: Él se dedicaba a sacar aceite de los condones.
“Hace tiempo que no lo hago, pero me dio bastante dinero. Yo cogía y los hervía y poco a poco se soltaba toda la grasa, luego lo colabas y la parte más espesa la podía usar para adobar comidas como croquetas para vender y ese tipo de cosas”.
“¿Desde cuándo no van a Coppelia?”- le pregunta una señora a este equipo de reporteros- “Antes la bola era una grande, ahora… ni sé decirte que parece, y para colmo es hueca por dentro. Pero, ¿a dónde voy a quejarme?”.
Un señor ha oído la conversación y quiere contarnos su experiencia. “Me molesta mucho, por ejemplo, comprar cerveza, ron o refresco a granel, casi siempre están aguados. Por allí por Centro Habana… Casi siempre es lo mismo.”
Sobre este propio tema comenta Juan Ramón Perdomo, inspector de la Dirección Estatal de Comercio de La Habana:
“Este es uno de las formas de adulteración más comunes encontradas. Cuando uno comprueba el producto uno se da cuenta de que tiene un porciento elevado de agua. También pasa lo mismo con el cigarro, como es el caso del conocido popularmente como Tupamaro, que es un cigarrillo que se hace en la calle, y se detecta rápido pues cuando uno comprueba la caja, el sello de abajo no es el mismo, y también las puntas del cigarro no son iguales, y muchas veces nadie se da cuenta porque el fumador compra el cigarro y se va”.
Una cafetería, en cualquier momento, no importa el lugar
Mientras se espera el pedido, vuelven los recuerdos de los cuentos de nuestros padres abuelos: en la década del ’90, personas inescrupulosas reemplazaban el queso de las pizzas por condones derretidos, y la carne de muchos picadillos era simplemente frazada de piso triturada.
Más de una década después, otras preocupaciones nos asaltan cuando decidimos comernos una pizza, por ejemplo. Al puré de tomate muchos le agregan harina de trigo para conseguir más espesor del producto.
Y el postre… El coquito, supuestamente confeccionado con coco rallado, puede incluir col en grandes proporciones y/o papa rayada, aunque el azúcar le propicie una consistencia lo suficientemente verosímil. Las barras de maní molido también pueden ser un engaño: el maní se mezcla con harina de trigo.
YO DIGO QUE LA ASPIRINA NO QUITA EL DOLOR DE CABEZA
“Yo tengo una prima que vivió en Varadero hasta hace unos meses. Imagínate que ella trabajaba en uno de los hoteles y cuando llegaba del trabajo se ponía a fregar los potes de helados que una persona recogía en los basureros de Santa Amalia. Ella fregaba bien todos los potes que le traían. Yo no sé si los envasaba con helado de la fábrica o con helado hecho en algún lugar, pero con ese negocio se compró una casa. Lo único que le exigían era que los potecitos tenían que estar muy bien fregados para evitar que el helado le hiciera algún daño a las personas que los consumían”.
EL CAMAGÜEYANO
“En Camagüey vive un amigo que se dedica a hacer ron y venderlo. Para hacer este tipo de bebidas es necesario tener una llamada madre, y esa madre la consiguió en la propia fábrica de ron de Camagüey”
REFRESCOS CLANDESTINOS: ¿CÓMO LO HACEN?
Transportado de memoria en memoria un nuevo video llama la atención de la ciudadanía. No se trata ahora de un gran show, ni de ninguna serie manga, sino más bien de un material que devela cómo varias personas, de la oriental provincia de Santiago de Cuba, tienen para sí una pequeña mini industria de refresco.
Dos hombres y una mujer trabajan. Ellos, en short y camiseta, a veces arrojan agua sobre sus rostros para eliminar el sudor, cerca están las tanquetas donde preparan el refresco. Además, en el patio de la casa, varios sacos de latas recogidas anteriormente en la calle, esperan para ser rellenadas (cada lata vacía les ha costado $2,00 MN). Antes, con una cuchara y haciendo movimientos circulares contra un tablón, uno de los hombres logra quitarle a los envases, las tapas. Después, con los dedos, elimina las irregularidades del aluminio. Utilizan los balones para agregarle el gas al refresco, y luego el líquido va a parar a las latas, que con la ayuda de una máquina, son selladas.
Sobre una mesa, al concluir un largo proceso de trabajo a la intemperie y en pésimas condiciones higiénicas, se ven organizados los productos. Refrescos de naranja, limón y cola, serán vendidos en la red de tiendas por divisa y por moneda nacional.
CASO FÁBRICA. LA HORA DE GUANTÁNAMO
En un patio de Guantánamo se hace parte de la cerveza que se vende después, en los establecimientos estatales de esa provincia. Un hombre llena de unos toneles todas las botellas que serán trasladas en un coche de caballo, a la custodia de alguien que sin camisa, y en la esquinita de la calle, vela que nadie de aquel barriecito guantanamero sienta el privilegio de contar, en su ciudad, con una cervecera particular.
Todo es por parte. Primero las cervezas se llenan, luego pasan por el salón de gaseado. Allí no hay método para medir el nivel de gas que deben llevar las cervezas que el público comprará en cualquier entidad de la provincia. Hay seis balones de CO2 y una enchapadora de mano que aparenta tener muchos años de explotación.
En esta fábrica de cerveza particular cada obrero tiene su función. Ellos son algunos de los operarios que en Guantánamo, hacen que las personas confundan valor y precio.
Capítulo VIII del Código Penal de la República de Cuba: Infracción de las normas de protección a los consumidores
Artículo 227.1 Se sanciona con privación de libertad de seis meses a dos años o multa de trescientas a mil cuotas al que:
a) Venda o ponga a la venta al público, artículos incompletos en su composición o peso deteriorados o en mal estado de conservación.
d) Venda, ponga a la venta, tenga en su poder con el propósito de traficar, elabore, disponga para la exportación, exporte o importe un producto industrial o agrícola con indicación de calidad o designación de marca que no corresponda al producto.
e) Utilice ilegalmente, marca, modelo industrial o patente, en algún producto.
Consejos para enfrentar las angustias del prefacio:
•Percatarse de que el punto de inyección ubicado en el fondo de los envases plásticos de los líquidos esté rugoso y no liso, además de que este no debe estar ensanchado.
•Los rones embotellados son brillantes en su forma original, pero cuando están adulterados se observan turbios, como si tuvieran pelusas. No deben tener ningún sedimento.
•A las botellas de cerveza hay que observarles bien las etiquetas. Si al pasarles la mano están lisas, quiere decir que no fueron pegadas industrialmente, ya que en las fábricas este proceso se hace con un rodillo que deja pequeñas estrías, las cuales se constatan al mirar la botella a contraluz.
•Las cajas de cigarros Criollos de la fábrica tienen un número del 2 al 20 en la parte de arriba, el cual se observa por encima del nailon que envuelve la cajetilla.
•Todos los paquetes de café Cubita deben estar bien compactados. Los que no cumplan con este requisito no pueden ser vendidos.
•En el caso de los productos de Suchel, todos tienen el número de lote en su envase, el cual no debe tener ninguna anomalía, como rayado o suciedad.
•Es muy efectivo exigir el comprobante de compra, y también perforar o cortar los envases antes de botarlos para que no sean utilizados por inescrupulosos que luego los rellenan, vaya usted a saber con qué.
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