El lanzador de los Philadelphia Phillies Jonathan Papelbon fue suspendido siete días por la MLB debido al obsceno gesto de agarrar sus partes privadas (aka genitales) en respuesta a los chiflidos de los fanáticos, acción tras la cual fue instantáneamente expulsado por el árbitro Joe West —quien también agarró una sanción por agarrar al pitcher por la camiseta— y generando mucha polémica en torno al asunto. Hasta ahora, muchos podrían preguntarse qué tienen que ver Papelbon, West y las Grandes Ligas con la Serie Nacional, pero los más pícaros enseguida recordarán no uno, sino decenas o cientos de sucesos similares en la pelota cubana, que sucedieron, siguen sucediendo y seguirán sucediendo.
Sí, me refiero otra vez (ya lo había hecho) a las reacciones de violencia gráfica que muchos intentan justificar con el exceso de testosterona o el calor del momento, cuando se trata más bien de una pésima educación, de un mal gusto y de una falta de respeto al público.
Y es que, como muchachos, muchos lo hicimos alguna vez y fuimos alabados por alguien “grande” o “mayor” que estaba cerca por ese gesto, y los muchachos que van creciendo vinculados al béisbol, en un ambiente en ocasiones de hostilidad por parte de muchachos de mayor edad, y en muchas ocasiones el gesto —que además puede hasta derivar en un pelotazo o en una reyerta— viene a ser una especie de defensa o de respuesta, y no precisamente la más correcta.
Entre tantos reglamentos que se establecen en Cuba, algunos bien fundamentados, otros excesivos y otros totalmente carentes de objetividad, debería haber alguno para el comportamiento de los atletas.
Digo esto, porque la Comisión Nacional de Béisbol obliga a los jugadores a jugar con la misma sudadera (o sea, del mismo color del resto del equipo) durante todo el año, a sabiendas que esta se verá en algún momento sensiblemente deteriorada, y esto puede incluso hasta a llegar a afectar la imagen de jugadores como Yulieski Gourriel, Frederich Cepeda, Héctor Manuel Mendoza o Alfredo Despaigne, quienes recibieron cifras de dinero con las que pueden comprar mejores sudaderas.
Entonces, viene la pregunta: si se preocupan por algo tan banal, ¿por qué no crean un grupo de reglas en las que actitudes de este tipo sean sancionadas al menos con la expulsión inmediata del jugador para evitar que alguien se lance algo así como un “acomodamiento” (ver Ángel Di María)?
Por mucho que varios cubanos disfrutaron el jonrón que le dio Ariel Pestano a Matanzas, ¿era necesario que los niños que van creciendo enamorados del deporte vieran la forma en que se lo restregó en la cara a Víctor Mesa? Bajo ningún concepto, los jugadores, los árbitros y los directivos deben olvidar que a los estadios de nuestro país (y de todos los demás) van personas de todo tipo, y entre ellas hay niños que no tienen por qué ser testigos de groserías o de actitudes denigrantes.
El caso de Papelbon, aunque no fue manejado correctamente por West luego de la expulsión, debería servir de base material de estudio para los árbitros y peloteros cubanos. A lo mejor sea mejor para el espectáculo que obligar a un pelotero a usar una sudadera rota y deteriorada a la altura del juego 70.
Nota: Jonathan Papelbon no tenía antecedentes muy favorables...
No hay comentarios:
Publicar un comentario