Siempre viviré orgulloso de ser uno de esos pequeños héroes anónimos
de las reformas migratorias, ahora es tiempo de luchar por otras cosas, apenas
hemos comenzado.
Por la continuidad de un socialismo más pragmático, inclusivo y humano,
por el bien de todo nuestro pueblo, aún quedan cosas por hacer, hagámoslas, al menos, no nos quedemos
callados.
Después de conversar con muchos de los cubanos que beneficiándose de las
nuevas leyes han vuelto a la patria, he sabido de alegrías y tristezas. Por
supuesto, me refiero a los que estando afuera se les había prohibido el derecho
a regresar, finalmente muchos han viajado a la añorada Isla, incluso algunos
después de veinte años, tiempo que penosamente equivaldría a la condena en
prisión por un crimen muy grave, algunos llegaron a considerarse condenados al
destierro, se conformaron para no enloquecer, otros me dijeron que ya iban
tarde, sabían que apenas alcanzarían a ver una inscripción en una lámina de
cemento, una cruz, un nombre y dos fechas. Los más afortunados fueron a abrazar
y besar sus padres, también al bebe que recordaban en sus brazos y que se les
había vuelto un hombre, o una mujer, hijos de entonces, padres de ahora, tal vez con el nieto entre los brazos revivieron llenos de
nostalgias y alegrías aquel tiempo remoto del adios en el rencuentro,
abrazando la nieta con los ojos fijos en los del hijo, llorando, riendo.
Cubanos buenos allá o acá, que no envenenaron su corazón de odio, ni rencor, a
pesar de lo sufrido, nos merecemos el éxito y lo necesitamos ahora, nunca será
más luminoso el futuro si lo es el presente.
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