"Víctor Mesa: poder, problema y peligro" y "Otra muestra del desorden en el beisbol cubano"
No se los pierdan... Aunque "El Blog de Patria" no está obligado a coincidir o suscribir categórica y totalmente las opiniones del colega... las mismas, no andan muy lejos de la realidad...
Víctor Mesa: poder, problema y peligro
Este comentario pensé no publicarlo después de ver la reacción mesurada y hasta plausible del eternamente polémico director Víctor Mesa, ante la lógica rechifla en el estadio Latinoamericano previo al primer choque Matanzas-Industriales. Sin embargo, con este singular personaje después de una acción positiva, siempre se tiene que estar preparado para el momento en el que hará de las suyas, y muchos, que por suerte cada vez somos más, tendremos que hablar con más fuerza de su lado malo, que pésele al que le pese, cada día se oscurece más.
Y en efecto, en ese mismo juego en el que se quitó la gorra para saludar a los miles que lo abucheaban en el estadio capitalino, en una ciudad en la que aunque él vive, no tiene el mismo respaldo que en otras provincias, Víctor desbarató cualquier esperanza de quienes pese a todo, aún le dábamos otro voto de confianza para no pecar de hipercríticos para el sector que se desvive siempre en elogios y lo malo de Víctor buscan la manera de hacer que parezca bueno, como si los demás fuéramos tontos o desconocedores de los cánones beisboleros dentro y fuera de la isla. Y es que esta última esperanza espero que esta vez sí haya sido la última que le di y mi subconsciente no me traicione nunca más en el futuro.
¿Cómo es posible que este señor, después de un interesante duelo entre estos dos conjuntos, con un estadio bien concurrido pese al frío, se burle del espectáculo, del béisbol, de su propio equipo, al dar el juego por perdido en un sexto inning, con desventaja apreciable sí, pero con un equipo matancero que él mismo ha dicho nunca se da por vencido y frente a un rival contra el que jamás debe entregarse por esa misma rivalidad? Dejar a Yasiel Lazo ex profeso para que le hicieran todo lo que quisieran sin querer poner otro de los tantos pitchers que tenía disponibles aún, incluso pitchers de rango medio (no es la primera vez que sucede), y provocando una situación tensa que gracias a la paciencia de Chirino y Correa evitó males mayores ante los pelotazos intencionales de Lazo, cansado ya del castigo rival, y buscando la manera de salir del box como en efecto pasó con la expulsión por parte del árbitro principal Melchor Fonseca.
No le bastó a Víctor, y ahí su berrinche afloró completamente, dando el peor de los espectáculos posibles, luego de sus gestos y palabras contra el pitcher Lazo, al que mandó para su casa, y sobre todo, contra el árbitro, al que le calificó como “loco” y lo amenazó no poner a más nadie a lanzar después de la acción más que justificada de Melchor, en aras de evitar un problema serio por los pelotazos, máxime cuando el ex lanzador capitalino ha tenido sus dificultades anteriormente con jugadores de Industriales. En ese momento deseé de todo corazón que Víctor retirara a Matanzas del terreno, para ver si de alguna manera los que tanto lo defienden, y los que lo han endiosado, otorgándole el privilegio de hacer y deshacer, tuvieran que tomar una medida digna y justa de una vez y por todas. Y digo esto porque al final, sé que la página se pasará, y que no se hablará más de esto, pues sus defensores dirán que como la discusión bateador-lanzador fue verbal, que los pelotazos intencionales fueron algo subjetivo, que Víctor no dio el juego por perdido pues Lazo tenía buenos números y dejarlo fue para no gastar relevistas para sus siguientes partidos, y como al final, pese a la demora y todo lo que formó, accedió a continuar el partido con un jugador de cuadro que en resumidas cuentas lo hizo mejor que los pitchers anteriores. Por eso entonces ninguno de esos que tanto lo quieren y defienden, censurarán toda su perreta infantil, más el indiscutible irrespeto hacia el béisbol, desde los valientes fanáticos que se trasladaron hacia el estadio y pasaron buen frío para luego regresar tarde a sus hogares, alguno de ellos lejanos hogares, hasta el desarrollo del partido inicial de una serie que todos esperaban con sumo interés, ofendiendo a un árbitro que además de ser el principal y de ser de los mejores del país, es la autoridad, a la que trató como le vino en gana, diciéndole lo que es él mismo, y a quien solo le faltó como el año pasado, tirar tierra. Irrespetó también al contrario de diferentes maneras, y sobre todo, al equipo y provincia que “tanto quiere y respeta”. Lo más positivo de todo esto, fue que la Televisión siguió todo sin cambiar la mirada de los hechos en sí, y todos, sin excepción, vimos lo sucedido para que después nadie nos quiera convencer de otra cosa.
No poca gente me pregunta qué definición le daría yo a Víctor Mesa como manager, a partir de sus resultados, de su forma de dirigir, tanto en lo estratégico como en su manera de llevar sus equipos, dentro y fuera del terreno. A todos, sin excepción, y aquí incluyo peloteros, entrenadores, periodistas, y hasta dirigentes, a todos, les digo que en mi opinión Víctor no es un manager positivo, no lo puede ser señores. Solamente en Cuba hay personas que dicen que sí lo es.
Sé de sobra que hay muchos que incluso hoy todavía defienden ciegamente a Mesa, y que a diferencia de otros managers que no han ganado internacionalmente, en su caso sí está exonerado de culpa, y no solo porque el equipo bateó más que de costumbre. Aunque no hubieran bateado, la “Víctormanía” los hubiera llevado a la misma conclusión, porque con Víctor es así por regla general, o lo odias, o lo quieres tanto hasta el punto de justificar acciones que si hubieran salido de otro con un nombre distinto, fueran “barbaridades”, una palabra que alguien ha puesto de moda recientemente.
Víctor nos ha demostrado con el paso de los años, muchos años ya por cierto, que no puede bajo ningún concepto, ser una persona normal, libre de un desequilibrio mental que lo lleva a actuar como muchas veces, donde el espectáculo y el show quedan atrás y las excentricidades se ponen de manifiesto para afianzar su inestabilidad emocional, tanto con sus jugadores, con la prensa, los aficionados, los árbitros, con el béisbol y con la vida en general.
Desgraciadamente para muchos, ha tenido la suerte de caerle en gracia a gente importante de este país, gente con poder que le han dado la posibilidad de hacer cosas que otros no consiguen ni se acercan a conseguir, quienes catalogan a Víctor como un hombre de pueblo, carismático, importante, espectacular, y es entonces que éste recibe en sus manos cierto o considerable poder para premiar materialmente a sus jugadores y demostrarle a muchos lo que es capaz de hacer un equipo, de cómo se entregan sus discípulos, y de la forma en que sus métodos fuertes y “modernos” son capaces de cambiar la imagen de una selección.
Y aquí está su mejor parte. Su poder ha beneficiado a determinados jugadores que con mucha paciencia, muchísima en realidad, han terminado un campeonato con un rendimiento destacado. Ciertamente él, con primeras o segundas intenciones, apelando a métodos con gran incidencia material o económica, ha sabido usar ese poder para resolver problemas, gestionar casas y medios de transporte de sus jugadores, y al menos con Matanzas fue capaz de sacar de la nada a una provincia en la que otros valiosos entrenadores, algunos con un nombre respetable, habían estado y luchado con el mismo interés, pero sin los mismos recursos.
La exigencia en los entrenamientos y en el desarrollo del pelotero en el juego, es necesario por la manera tan peculiar con que enfrentan nuestros jugadores el partido de béisbol, influenciado también en los nuevos tiempos que se viven, donde la motivación económica o material se torna más protagonista que décadas atrás. Su interés en que las cosas salgan bien, de coger las tareas bien en serio y tratar que todo marche bien. De apartar el juego amigable sobre el terreno, y tratar al rival como enemigo en medio del partido. De romper esquemas en cuestiones estratégicas y sorprender al rival. Pero todo tiene un límite, y es ahí donde aparece la falta de cordura, de sensatez, y por qué no de inmadurez, una palabra que realmente me cuesta trabajar señalar en una persona con más de medio siglo de vida, y tanto tiempo dedicado a este deporte.
Estratégicamente tiene aciertos indiscutibles, pero otras decisiones no pueden recibir otra definición que locura, y nada tienen que ver con un béisbol internacional en el que estas cosas nunca se ven, ni se han visto incluso en eras tan lejanas como cuando nacieron los Cincinnati Red sotckings en el lejano 1869, el primer equipo profesional que hubo en el mundo. ¿Puede ser de otra manera, al cerrar un cuadro con ventaja de 6x0 en un segundo inning, de poner tres bateadores en un mismo turno al bate para tocar bola, de mandar a un tercera base a no moverse de dónde está aunque el corredor se robe tercera, de poner a relevar a un cerrador en el segundo inning, de dejar que a un pitcher le hagan 13 carreras, de mandar un sacrificio con un out, de sustituir a tres pitchers seguidos en un juego decisivo porque a cada uno le pegaron un hit, de insistir una y otra vez en toques de bola en momentos inapropiados y con sluggers? Y no digo más porque no termino nunca, y no porque me falte memoria para recordar tantas decisiones increíbles.
Ah, y eso de que si tiene resultados, eso es lo más cuestionable de todo. Seguirá endeudado un primer lugar en un evento de verdad, no un torneos de Holanda en los que vamos con casi todo lo que tenemos y a nuestros rivales le falta casi todo lo llevan a competencias de nivel supremo. Fue tercero en el Mundial Juvenil del 2000 con una selección donde la mitad de los jugadores llegaron al estrellato posteriormente, incluidas las Grandes Ligas. Villa Clara no pudo ser campeón, y no me digan más que era una guerrilla, porque no lo podía ser un equipo donde estén Pestano, Borrero, Paret, Zamora, Acebey, Betancourt y Eddy Rojas. No le ganó un juego a Industriales, ni siquiera el segundo año en el que los azules perdieron a Javier, Kendry y Cañizares, y con su primer abridor Yadel Martí, en su peor año. Con Santiago perdió una vez los 4 juegos por nocao. En México además de sus problemas interpersonales con jugadores que sí no tienen compromisos ni temor a protestar, los dos años que dirigió no demostraron nada y terminó despedido. Ni las casas, ni las jabas, ni las motos, ni los días en hoteles de Varadero hizo que Matanzas le ganara a un Industriales carente de pitcheo, y donde sí es imposible conseguir tantas cosas aún con el deseo de su dirección. Y en el Clásico no se jacten ahora del quinto lugar, pues el propio manager dijo que habría sorpresas y que Cuba iba a ganar el evento. Por tanto, y sabiendo que perdimos frente a un equipo al que le faltó tercero, cuarto y sexto bates, en el Clásico su resultado tampoco fue bueno.
Dejemos lo estratégico, y vayamos a su forma de ser. No son solo Pestano y Bell los ejemplos de su falta total de ética, o antes con la falta de corazón que dijo tener Luis Borroto, o cuando se manifestó de Odrisamer Despaigne y Vladimir García en una reunión con la prensa antes de partir para el Clásico, o cuando ha provocado a Industriales y Santiago otras veces, o cuando pidió la dirección de Industriales estando su amigo Rey Vicente Anglada al frente del conjunto azul, o ahora el holandés Andrew Jones, y la propia selección holandesa. Desde que estaba al frente del Villa clara lo fue con muchos, con un verdadero hombre respetuoso como Pedro Jova, más otros que se retiraron o tomaron otro camino precisamente por él, y lo dicen ellos mismos. Con la prensa ni hablemos de los desplantes y las groserías a todo el mundo, incluidos sus adulones más fieles. Con su puesto de manager del team Cuba habló de forma pésima de la prensa cubana en Japón en una conferencia de prensa, con malas palabras incluidas, y antes de partir se mostró irreverente y desagradable con algunos, entre ellos alguien tan mesurado como el comentarista Hernández Luján.
A Víctor lo vi yo tocarse sus partes en el Sandino de Santa Clara cuando la gente lo chifló por quitar a un pitcher que estaba dando lechada por un hit que le conectaron. Y en ese estadio había mujeres y niños. A él mismo lo he visto caer varias veces en la falta de ética de robar bases y tocar bola con el juego por casi 10 carreras, y hasta ganando por nocao, provocando luego serios problemas con el equipo contrario.
A Víctor lo he visto quedarse sentado en el banco molesto por una carrera que entró y el receptor sangrando por un pelotazo en el home (Pestano en el 2004), lo he visto intimidar en múltiples ocasiones a todo tipo de personas, entre ellos a jugadores a los que ha chantajeado con de sacarlos del equipo, a periodistas amenazarlos de agresión física, de hablar con la responsable de la prensa por el Partido en el clásico para que regañara a los comentaristas por haberlo “criticado”, de fajarse con un jugador de su equipo en medio de un partido de Matanzas en el Latino el año pasado, de abochornar públicamente a determinados jugadores, con más o menos nivel, de responderle en mala forma a una persona mayor, respetado además por sus conocimientos y prestigio como historiado, Ismael Sené, por solo rectificarlo cuando Víctor afirmó que Alexei Ramírez comenzó en Ligas Menores, cuando en realidad llegó directo al Chicago. Y así, seguimos sumando y no terminamos jamás.
No dudo que un día se dé el mismo show con otras peloteros y managers de agresión física a un periodista, árbitro o adversario, y termine siendo Víctor la víctima. Ya se ha visto con algunos intocables y no me extrañaría que con él suceda igual o peor. Bueno, en realidad una vez tiró tierra a un árbitro en un juego y su castigo fue más que risible con comparación con otro tipo de medidas más fuertes con otras personas a lo largo del tiempo. Pero bueno, ya lo decía, son otras personas.
Muchos lo respetan tanto, perdón, temen tanto a sus prontos peligrosos e intimidantes que olvidan la palabra consejo o llamada de atención ante sus actitudes. Lo que diga el señor Mesa, es ley y orden. Y a veces es comprensible, pues no todos tienen el suficiente valor para buscarse un problema con una persona que además de lo impredecible que puede ser el final de esa disputa verbal, el poder que se le ha otorgado a Víctor, de la misma manera que puede resolver problemas en Matanzas, puede crearte uno bien grande y él salir totalmente ileso.
Los excesos en estas cuestiones de Víctor, más el incurrir constantemente en faltas totales de ética, su comportamiento muchas veces grosero para con la prensa, incluso sus defensores más acérrimos, su tratamiento a los árbitros, al público, su prepotencia y alarde a favor de él y su equipo y en contra de sus rivales, de jugadas mandadas y las que no manda que en efecto, se salen de lo habitual pero para rallar en lo absurdo, algo así como que usted habitualmente camine de frente, y para variar decida andar como el cangrejo.
Y como el cangrejo ciertamente está Víctor con relación a sus méritos y prestigio para con la afición beisbolera, sobre todo la cubana, porque la internacional lo tiene en el peor plano posible, precisamente por esa falta de tacto para saber diferenciar la explosividad y la garra, de la falta de respeto y “payasería”.
Esos gestos, esa gritería, la mala forma en el terreno, en el banco y fuera del estadio no puede ser nunca favorable, ni tolerable. Que uno se equivoque, es normal, yo lo hago, pero no con esa frecuencia y sobre todo gravedad. Hay cosas y cosas.
Todavía uno se pueda hacer de la vista gorda cuando vemos a su hijo jugando con el mismo número del padre. De ver en Matanzas uniformes totalmente distintos. De que dirija en una provincia poderosa en la que puede estimular más que en otros territorios, incluido el capitalino. De esto y de otras cositas más, uno puede hasta hacer mutis. Pero la acumulación de todo lo demás, y a veces hasta los hechos aislados, no pueden permanecer en silencio, y peor aún, no pueden cambiarse como aciertos y acciones positivas. No, bajo ningún concepto, porque si no, a dónde va a parar nuestro béisbol con este personaje.
Uno puede ser exigente, pero caemos de nuevo en su extremismo en tal sentido. Uno puede incentivar a que sus discípulos jueguen con más deseos, pero no puede obligar a que ellos lo hagan como lo hizo él, que también tuvo desaciertos como bateador, como corredor y como fildeador, aun cuando nadie duda que fue el mejor en su posición en toda la historia. Sin embargo, no recuerdo a Eduardo Martín, a Pedro Jova, a Jorge Fuentes y hasta cuando lo sorprendieron en primera en la Copa del 81 y que nos costó el partido, que actuaran con él como lo hace habitualmente en su función de manager. Su actitud no puede ser positiva ni ayudar al espectáculo. Al contrario, presiona considerablemente a su gente, y afea la imagen de un juego de pelota, sea del nivel que sea.
Me cuesta trabajo creer que una persona normal cometa tantas fallas en su comportamiento. Incluso hay quienes señalar que no está loco nada, que eso lo hace para marcar la diferencia y llamar la atención, para así fomentar su popularidad a toda costa.
Igual digo que nadie en sus cabales intenta en la vida hacerse sentir con acciones que de antemano se saben tendrán una repercusión negativa sobre su persona, al menos para aquellos que nos libramos de la “víctormanía” y analizamos las cosas sin apasionamiento alguno.
Y es verdad también que su comportamiento con esos mismos dirigentes que le han dado el poder para dirigir a sus anchas, para hacer y deshacer sin cuestionamientos, no se parece en nada a su manera de actuar para con la gente a la que él afecta verbalmente, o a veces con intimidación física, qué me consta también que ha sucedido más de una vez, y no solo con peloteros. Pero a su vez yo diría que no recuerdo, porque si hubiera pasado trascendería como muchas veces pasa de boca en boca. Nunca se ha dado el caso de dirigentes importantes visitando un hospital psiquiátrico y que los pacientes hayan actuado de forma indisciplinada sabiendo de antemano quiénes son los que integran el recorrido por dicho hospital.
Toda persona desequilibrada tiene momentos de lucidez, y saben casi siempre la tecla que no se puede tocar. Víctor ha tocado como ha querido el teclado entero, puede hasta acabar con cada tecla, menos con la que le da la autoridad para andar en el equipo.
Víctor nunca ha sido santo de mi devoción, pero con el tiempo, pese a que ha habido momentos de reflexión de mi parte para tratar de entenderlo, o de aprender a admirar su lado bueno, por más que quiera siempre tengo que regresar al punto inicial, donde cada vez es más difícil que pueda variar por completo mi opinión, pues después de varios hechos favorables llevados a cabo por él, sé que siempre llegará la metedura de pata, una más, que ya hace rato me ha llenado el vaso de sus locuras para ratificar lo que dije al principio sin temor a retractarme un día.
Podrán ahora atacarme muchos y decir que sólo me he fijado en las cosas malas. Hablé de las buenas, pero sus errores cada vez se hacen sentir con más fuerza, no solo por lo seguido que los hace, sino porque cada vez sube más la parada por la magnitud y porque se trata ya del manager del equipo Cuba, y la imagen de nuestra selección y de nuestro béisbol no me hace ninguna gracia que sea la de Víctor Mesa, y sus papelones en las conferencias de prensa, en los juegos, en el hotel, afecten la imagen de nuestro equipo.
Y nunca he dudado de sus conocimientos sobre el béisbol. Como tampoco lo he dudado de cada uno de los directores que ha habido en Cuba, de muchos peloteros, de aficionados, periodistas, comentaristas, árbitros. La vida ha demostrado que sabe cómo muchos otros. La diferencia está en tener el nivel suficiente para poner en práctica esa “sabiduría”.
Al que sea defensor de Víctor a estas alturas y piense que sus locuras son genialidades, hable con entrenadores y peloteros, con periodistas, hasta con algunos miembros dela comisión nacional, y verá si exagero o no. Claro, nunca hable con el cuerpo de dirección de Matanzas o el último equipo Cuba, con la cúpula de la Federación Nacional o con los beneficiados con casas, bicicletas o electrodomésticos en Matanzas, más algunos periodistas comprometidos que primero defiende el honor de Víctor que el suyo propio.
Tal vez recibiré un sinnúmero de críticas, a lo mejor muchos consideran que fui duro. En realidad pudiera parecer que sí, pero tanto Víctor y sobre todo, los mayores culpables de las cosas de Víctor, que son sus defensores de toda clase, hacen que uno se canse de tantas “barbaridades” de una vez y por siempre, y decide actuar con toda la honestidad que debe caracterizar a un periodista, pese a saber que miles de personas no solo estarán en tu contra, sino que hablarán bien mal de uno.
Prefiero mil veces esto, que quedarme callado y con la impotencia de ver tantas acciones negativas del protagonista de este comentario y que al final pasan inadvertidas, y hasta son alabadas en ocasiones. Simplemente ya no puedo más, y por eso hasta me extendí, para tratar de decir todo lo que por años muy pocos han dicho, sobre todo, porque ahora ya se trata de quien dirige la pelota cubana, por encima de la propia Federación. ¿O alguien lo duda a estas alturas?
Nuestro béisbol tiene muchos problemas. Uno de ellos, es la presencia de Víctor Mesa en el escalón bien elevado donde se encuentra. Ya hoy es más que suficiente con que dirija en su provincia, y así todo, se hace más cuestionable por ese carácter tan especial. La vida nos ha demostrado y enseñado lo peligroso que resulta alguien con mucho poder en sus manos, pero con una mente insegura.
Otra muestra del desorden en el beisbol cubano
En la jornada del miércoles pasado el inicialista guantanamero Yoennis Southeran vio trunca su cadena de lances sin cometer errores y acto seguido decidió, por que en Cuba todo eso se permite, agredir al anotador del encuentro, por lo que en estos instantes está en espera de sanción. Vale preguntarse: ¿Hasta cuándo es esto?
En la jornada del miércoles pasado el inicialista guantanamero Yoennis Southeran vio trunca su cadena de lances sin cometer errores y acto seguido decidió, por que en Cuba todo eso se permite, agredir al anotador del encuentro, por lo que en estos instantes está en espera de sanción. Vale preguntarse: ¿Hasta cuándo es esto?
Antes de interiorizar en el tema les voy a dejar con el extracto de la noticia publicada por Juventud Rebelde el pasado día 30:
Desafortunadamente, siguen sucediendo cosas que lamentar en el desarrollo de esta campaña beisbolera, y esta vez la noticia llega desde el Oriente, pues el guantanamero Yoennis Southeran se encuentra en espera de la medida que debe aprobar en los próximos días la Comisión Nacional.
El inicialista del Guaso, quien llevaba una extensa y recordista —a nivel nacional— cadena de lances consecutivos sin cometer errores, agredió al anotador del partido de su equipo frente a Las Tunas el pasado miércoles, en el que quedó trunca su racha de 2 226 inmaculados lances, ejecutados en 231 juegos, según los archivos de Daquinta.
La cadena comenzó un 12 de febrero de 2010, después de cometer un error en un foul fly conectado por el matancero Yoandy Garlobo, y terminó el 27 de marzo de 2013, al pifiar sobre un roletazo del tunero Yunieski Larduet. La cadena duró tres años, un mes y 15 días.
De esa forma, Southeran se quedó muy cerca de los 2 379 lances perfectos, récord absoluto en poder el inicialista estadounidense Casey Kotchman, que jugó durante ese período en cuatro equipos de las Grandes Ligas. La cifra más alta de juegos sin cometer errores pertenece al jardinero Darren Lewis, quien se mantuvo 392 juegos consecutivos sin fallar mientras militaba en los Atléticos de Oakland y los Gigantes de San Francisco, también en la Gran Carpa.
Es lamentable que el guantanamero se haya quedado tan cerca de esa plusmarca, pero más doloroso aún es que reaccionara violentamente, algo que no debe pasar inadvertido.
Hasta aquí la nota del colega Raiko Martín.
Quiero dejar claro un particular con el recordista y enseguida les traigo mi opinión sobre cómo se está viviendo en la Series Nacionales.
Nunca seguí la cadena de Southeran (a pesar que soy fanático a los records), pues fui testigo de una cobardía de su parte en el estadio Latinoamericano la pasada campaña. Y es que el inicialista de Guantánamo, en total egoísmo y defensa de su “record”, estando jugando en el Coloso del Cerro en la temporada del 2012, cuando le quitó el guante a un batazo duro que venía a la altura de la cara, evitando así un error y logrando que el público presente le abucheara por su actitud (tema que le critique al guantanamero al aire en Tribuna Deportiva en su momento). La bola pasó a los jardines como “hit” y la “inmaculada marca” continuó su camino.
Vamos a lo que verdaderamente me interesa, que es la situación actual del beisbol cubano.
La actuación de Southeran no es más que un caso, dentro de un sin números de historias en la pelota de la isla, que muchos se inclinan por obviar y otros niegan.
Dentro de la Serie Nacional las agresiones verbales, los gestos desmedidos, las faltas de respeto deben ser sopesadas, consultadas y resueltas por la Comisión que rige el deporte, pero las agresiones físicas, entiéndase utilizar un bate como arma, caerle a golpes un atleta en plenitud de forma a quienes ya vieron pasar sus años mozos y el uso de armas blancas (por suerte en menor cuantía) deben ser juzgadas y castigadas por la ley y no olvidadas y perdonadas, como ha ocurrido en infinidad de ocasiones con el beisbol y todos los deportes en Cuba.
¿Qué sentido tiene que un árbitro, le caía a golpes (literalmente) a un periodista que dijo que vio de otra manera la decisión de este? ¿O que un atleta aceche a un imparcial, armado con un bate, para “demostrar” quien es “hombre” de verdad? ¿O que un manager le eche tierra a los ojos de un umpire por estar en desacuerdo con las decisiones del mismo?
El único sentido posible, es vivimos en un país extremadamente paternalista (cuando le interesa serlo) y todos esos ejemplos, hoy están activos en la Series Nacionales.
Puedo citar otros más, pero voy por el camino más corto y les comento que un amigo mío quedó fuera de una preselección para la Serie y le dio par de batazos a uno de los entrenadores, asegurándose así una plaza en las siguientes dos temporadas.
Otro, no tan cercano, se tomó el trabajo de llevar (y enseñar) un machetín en su bolso al manager, durante toda la preparación para la Serie Nacional, dejando por sentado su presencia entre los jugadores “justamente” seleccionados ese año, atleta que una vez vi en una Serie Provincial ir para arriba de un árbitro, que acababa de cantar foul una conexión más allá de las cercas, diciéndole: “que foul de que P….” e inmediatamente el “imparcial” gritó: ¡Buena bola!!!
He visto a jugadores en las Provinciales quitarle los espejuelos oscuros a un árbitro y ponérselos en el bolsillo diciéndole que no ve, además de algunos en categorías inferiores (por suerte un porciento menor, aunque preocupante) que le piden dinero a los padres, con tal de asegurar que sus hijos hagan equipo en sus municipios.
El beisbol cubano ha llegado al grado donde peloteros mediocres llegan a Series Nacionales por sus relaciones directas con los directivos de sus respectivas provincias, a la vez que tener dinero, o acceso a instalaciones turísticas, o restaurantes, o la vida automotriz y/o celular, puede ser canjeado por algunas libertades en las Series Nacionales.
Sin dudas la matriz del problema está en la sociedad actual y no en la Federación Nacional de Beisbol, pero alguien tiene que ponerle un coto a esto, pues se me antoja imposible que juegue el que más grite, que esté en la alineación el más “guapo”, que los árbitros tengan miedo a decidir y que los anotadores sean coaccionados.
Hace unos meses Reinaldo Taladrid me preguntó al aire si yo me sentía capaz de dirigir en Series Nacionales y le dije que necesitaba guardaespaldas y un contrato donde tuviera potestad legal sobre mi banco, pues sin esas condiciones no lo haría.
Hoy en el beisbol cubano la prensa se mide para criticar a determinados atletas y directivos, pues estos son capaces de amenazar a narradores y periodistas sin que nadie tome partido, por lo que la mejor posición en la actualidad es hacerse el de la vista gorda; el amiguismo y el sociolismo (fenómenos altamente peligrosos y activos a nivel de nación) están personados en un sin número de comisionados, directivos y oficiales del deporte, a la vez que la respuesta sobre las indisciplinas varían su rigor en dependencia de la importancia y status del implicado. El beisbol cubano así no puede avanzar, y nos podemos ir olvidando de Clásicos Mundiales, Premier 12 y cuanto evento enfrentemos, sino miramos cuantos desechos propios tenemos que arrojar, lejos del deporte de nuestros sueños, antes que nos infecten a todos con tanto oportunismo, corrupción y paternalismo.
Valoren que un pelotero que es sorprendido abandonando el país le toca, al menos un año de sanción, mientras que acciones físicas violentas merecen unos pocos días de reprimenda.
¿Qué se puede esperar de un beisbol tan atropellado, donde caerle a golpes a un anotador es 60 veces menos importante (o grave) que intentar buscar futuro en otras ligas?
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