Escrito por el arquitecto Alberto Zayas
Mientras leía un bien argumentado artículo de denuncia del Blog “Patria”, de los cubanos residentes en Namibia, sobre la permanencia de Cuba en la “Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo”, que cada años emite el Departamento de Estado norteamericano, recordaba una frase de Malcom X que expresa, “si no estás prevenido contra los Medios de Comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido”.
Pero los pueblos tienen un instinto muy especial en la búsqueda de la verdad, pueden leer, las entre líneas de las noticias de los principales medios informativos, esclarecer ideas en un debate entre colegas, una búsqueda en Internet de fuentes alternativas, el uso de las redes sociales o indagar con un cubano que, por casualidad, vive en un barrio de la burguesía local de Windhoek, compuesta en su mayoría por la población blanca, descendiente de los antiguos colonizadores que poblaron al país.
Nuestra cultura latina, tan abierta al intercambio, difiere esencialmente de la discreta costumbre local. Así que grande sería mi asombro cuando observé, en la calle, la inusual charla de tres vecinos frente a mi hogar, que por añadidura, me invitaron a unirme a su grupo. Una de las señoras, familiar para mí por su empeño, en otras ocasiones de conocer la semejanza entre el idioma portugués y el español y su incomprensión por la ausencia del equivalente, “good evening” inglés, en nuestra lengua, que sólo dispone de nuestro versátil “buenas noches” para saludo de llegada o despedida; me realizó la inevitable pregunta, que les hacen a todos cubanos en el extranjero, ¿Qué pasa con Cuba? Me quedé sin responder; el asunto a tratar, evidentemente, muy abierto.
Conozco la fascinación y las causas que provocan el tema cubano entre detractores y amigos. Porque sin proponérselo, Cuba ocupa un papel muy importante en el mundo noticioso, más allá de su importancia relativa. La existencia de una Revolución a unas pocas millas de los Estados Unidos y el desafío ideológico y militar con que lo asume esa gran nación, dan fe las numerosas acciones violentas acometidas a lo largo de estos años.
Mi vecina comprende mi vacilación y es más directa en su pregunta... ¿Quiero conocer por qué los cubanos apoyan a su gobierno?, ¿Cuál es la razón de los cambios que se habla tanto en los medios y una curiosidad personal, ¿por qué ustedes están aquí? Yo les hablé de la gratuidad de los servicios de salud, el deporte, la educación, incluyendo la educación superior y como estos servicios se han extendido de forma solidaria a muchos países del mundo, ya no constituye sólo un privilegio de las élites. Argumenté como la nueva sociedad dotó a los cubanos de los derechos sociales que le estaban negados y como Cuba debió, y debe defenderse, del asedio contante en el plano económico, financiero y de la seguridad del país a que se ve sometida cada día. Muchas medidas se debieron tomar para garantizar la supervivencia del país, algunas respondían a determinadas coyunturas políticas ya superadas, que por diversas razones quedaron inmovilizadas en el tiempo y ahora se emprende un proceso de cambio, en toda la estructura de la sociedad cubana, materializada bajo la idea expresada por nuestro Presidente, el compañero Raúl Castro, de hacer los cambios “sin prisa; pero sin pausa”. En alusión a llevar a cabo el proceso con sentido de responsabilidad y sin improvisaciones para no errar, que permitan dejar atrás errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales.
Les hablé del creciente papel de Cuba en el ámbito internacional, en su interés de apoyar programas sociales en diversos continentes, de trabajar por la unidad Latinoamericana y en brindar su contribución, a favor de la paz, en muchas causas de conflicto en el mundo, como la que se realiza en La Habana, entre la guerrilla (FARC-EP) y el gobierno de Colombia.
Le dialogué que en virtud de un acuerdo entre nuestros Gobiernos, un grupo de profesionales de la salud, la educación, el deporte, constructores, planificadores físicos… trabajan en su país, en una cooperación entre pueblos hermanos donde la solidaridad, con su carga de humanismo, es la base del Convenio.
Realmente no le dije todo lo que pensaba, nada le expresé de la profunda impresión que me causó la señalética con el nombre de Fidel en la esquina de una importante avenida local o el nombre de una escuela que lleva el nombre del líder de la Revolución Cubana y que los colaboradores cubanos apadrinamos de forma solidaria. Algo totalmente inusual en nuestro país, donde se comprende el valor relativo del papel de las personalidades en la historia y es principio Martiano, expresado reiteradamente por Fidel, de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Nada dije, que para el pueblo nativo, conocedor de la discriminación racial y la pobreza extrema en el pasado, ese hito, en una esquina de Windhoek, es su forma de homenajear a un pueblo, en que Fidel es un digno representante, reconociendo el importante papel jugado por Cuba en la liberación de muchos pueblos africanos y su contribución al fin del Apartheid, al costo de enormes sacrificios en defensa de las causas justa de este Continente.
Tampoco le expresé algunas de las razones de la creciente simpatía que despierta en el mundo la Revolución Cubana y la inexplicable inclusión y mantenimiento de nuestra Patria en la “Lista de Estado Patrocinadores del Terrorismo”, que sólo lesiona la credibilidad de quien sostiene tan endebles argumentos, que sólo sirven de justificación a la política de bloqueo contra la Isla y están en consonancia con intereses de la política doméstica del país norteño.
En todo caso sólo puedo brindar una mínima parte de las sin razones que tiene Estados Unidos para etiquetar a Cuba con tan desacertado calificativo; convencido que expreso el sentir de mis compañeros de trabajo que forman parte de la familia de Constructores y Planificadores Físicos que prestamos cooperación en la hermana República de Namibia.
Pero los pueblos tienen un instinto muy especial en la búsqueda de la verdad, pueden leer, las entre líneas de las noticias de los principales medios informativos, esclarecer ideas en un debate entre colegas, una búsqueda en Internet de fuentes alternativas, el uso de las redes sociales o indagar con un cubano que, por casualidad, vive en un barrio de la burguesía local de Windhoek, compuesta en su mayoría por la población blanca, descendiente de los antiguos colonizadores que poblaron al país.
Nuestra cultura latina, tan abierta al intercambio, difiere esencialmente de la discreta costumbre local. Así que grande sería mi asombro cuando observé, en la calle, la inusual charla de tres vecinos frente a mi hogar, que por añadidura, me invitaron a unirme a su grupo. Una de las señoras, familiar para mí por su empeño, en otras ocasiones de conocer la semejanza entre el idioma portugués y el español y su incomprensión por la ausencia del equivalente, “good evening” inglés, en nuestra lengua, que sólo dispone de nuestro versátil “buenas noches” para saludo de llegada o despedida; me realizó la inevitable pregunta, que les hacen a todos cubanos en el extranjero, ¿Qué pasa con Cuba? Me quedé sin responder; el asunto a tratar, evidentemente, muy abierto.
Conozco la fascinación y las causas que provocan el tema cubano entre detractores y amigos. Porque sin proponérselo, Cuba ocupa un papel muy importante en el mundo noticioso, más allá de su importancia relativa. La existencia de una Revolución a unas pocas millas de los Estados Unidos y el desafío ideológico y militar con que lo asume esa gran nación, dan fe las numerosas acciones violentas acometidas a lo largo de estos años.
Mi vecina comprende mi vacilación y es más directa en su pregunta... ¿Quiero conocer por qué los cubanos apoyan a su gobierno?, ¿Cuál es la razón de los cambios que se habla tanto en los medios y una curiosidad personal, ¿por qué ustedes están aquí? Yo les hablé de la gratuidad de los servicios de salud, el deporte, la educación, incluyendo la educación superior y como estos servicios se han extendido de forma solidaria a muchos países del mundo, ya no constituye sólo un privilegio de las élites. Argumenté como la nueva sociedad dotó a los cubanos de los derechos sociales que le estaban negados y como Cuba debió, y debe defenderse, del asedio contante en el plano económico, financiero y de la seguridad del país a que se ve sometida cada día. Muchas medidas se debieron tomar para garantizar la supervivencia del país, algunas respondían a determinadas coyunturas políticas ya superadas, que por diversas razones quedaron inmovilizadas en el tiempo y ahora se emprende un proceso de cambio, en toda la estructura de la sociedad cubana, materializada bajo la idea expresada por nuestro Presidente, el compañero Raúl Castro, de hacer los cambios “sin prisa; pero sin pausa”. En alusión a llevar a cabo el proceso con sentido de responsabilidad y sin improvisaciones para no errar, que permitan dejar atrás errores o medidas que no se avienen a las condiciones actuales.
Les hablé del creciente papel de Cuba en el ámbito internacional, en su interés de apoyar programas sociales en diversos continentes, de trabajar por la unidad Latinoamericana y en brindar su contribución, a favor de la paz, en muchas causas de conflicto en el mundo, como la que se realiza en La Habana, entre la guerrilla (FARC-EP) y el gobierno de Colombia.
Le dialogué que en virtud de un acuerdo entre nuestros Gobiernos, un grupo de profesionales de la salud, la educación, el deporte, constructores, planificadores físicos… trabajan en su país, en una cooperación entre pueblos hermanos donde la solidaridad, con su carga de humanismo, es la base del Convenio.
Realmente no le dije todo lo que pensaba, nada le expresé de la profunda impresión que me causó la señalética con el nombre de Fidel en la esquina de una importante avenida local o el nombre de una escuela que lleva el nombre del líder de la Revolución Cubana y que los colaboradores cubanos apadrinamos de forma solidaria. Algo totalmente inusual en nuestro país, donde se comprende el valor relativo del papel de las personalidades en la historia y es principio Martiano, expresado reiteradamente por Fidel, de que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
Nada dije, que para el pueblo nativo, conocedor de la discriminación racial y la pobreza extrema en el pasado, ese hito, en una esquina de Windhoek, es su forma de homenajear a un pueblo, en que Fidel es un digno representante, reconociendo el importante papel jugado por Cuba en la liberación de muchos pueblos africanos y su contribución al fin del Apartheid, al costo de enormes sacrificios en defensa de las causas justa de este Continente.
Tampoco le expresé algunas de las razones de la creciente simpatía que despierta en el mundo la Revolución Cubana y la inexplicable inclusión y mantenimiento de nuestra Patria en la “Lista de Estado Patrocinadores del Terrorismo”, que sólo lesiona la credibilidad de quien sostiene tan endebles argumentos, que sólo sirven de justificación a la política de bloqueo contra la Isla y están en consonancia con intereses de la política doméstica del país norteño.
En todo caso sólo puedo brindar una mínima parte de las sin razones que tiene Estados Unidos para etiquetar a Cuba con tan desacertado calificativo; convencido que expreso el sentir de mis compañeros de trabajo que forman parte de la familia de Constructores y Planificadores Físicos que prestamos cooperación en la hermana República de Namibia.
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