miércoles, 19 de marzo de 2014

El Jefe

—No está.
—Me puede hacer el favor de decirle que recuerde lo que le planteé sobre...
—Claro que sí.
Pasó el tiempo y nada. No volvió a llamar a la oficina del Jefe porque esa era la tercera vez que lo hacía sin resultados. Sin embargo, después del acto por el aniversario de la empresa lo abordó.
Le he estado llamando, pero no tuve suerte nunca, le dijo. Extrañado, más bien sorprendido por el disparo a quemarropa, le contestó “pero si yo siempre estoy aquí”. ¿Qué me querías decir? preguntó el director. Pero a usted se le olvidó, ripostó, que estamos pidiendo hace más de dos meses las herramientas mínimas para arreglar nosotras mismas la estera por donde viene el producto para seleccionarlo.
“Óigame lo que pasa es que usted nunca se ha parado al lado de la estera rota, no nos ha visto caja a caja seleccionando las frutas, lo cual desgasta físicamente, frena la producción, en consecuencia no cumplimos el plan y ¿el salario? Bien, gracias”, le espetó enérgicamente la trabajadora.



Objetividad; saber hacer; saber hablar; saber escuchar; saber pensar; reflexión, comunicación; responsabilidad; humildad; sentido del humor; flexibilidad; valentía; formación; autodominio; generosidad; gratitud; claridad; lealtad; confianza; amabilidad, son atributos que debe vestir el Jefe, y al de ese pasaje le faltaron todos.
El pasado 8 de julio, cuando el compañero Raúl en la Asamblea Nacional del Poder Popular instaba a asumir una mentalidad de orden, disciplina y exigencia, sin temor a buscarse problemas por reclamar el cumplimiento de lo establecido, se refirió directamente a los cuadros de dirección al expresar: “… los dirigentes desde las instancias nacionales hasta la base, deben abandonar la pasividad y la inercia en su conducta; deben dejar de mirar al otro lado, cuando el problema está aquí, para no verlo…”.
Si el Jefe está al frente, es ejemplo, las fuerzas productivas se multiplican. Pero cuando está más preocupado por lo que le reporta el cargo y no ocupado en su responsabilidad, cuando no se comunica con su gente, pierde la capacidad de orientar y de exigir, pero lo que es peor, esas fuerzas se desmoronan.
Una historia tomada de los Cuentos de Zen (meditación), habla del decisivo e insustituible rol del que dirige. Durante una batalla trascendental, un general decide atacar al enemigo. Aunque su ejército era muy inferior en número, estaba seguro de que vencería, pero sus hombres estaban llenos de duda. Camino a la batalla, pararon en un santuario religioso. Después de rezar con los hombres, el general sacó una moneda y dijo, “Ahora lanzaré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Si es cruz, perderemos. El destino ahora se revelará”.
Lanzó la moneda al aire y todos la miraron atentamente mientras caía. Fue cara. Los soldados estuvieron tan rebosantes de alegría y llenos de confianza que atacaron vigorosamente y salieron victoriosos. Después de la batalla, un teniente le comentó al general, “Nadie puede cambiar el destino”. “Absolutamente correcto”, contestó el general mientras mostraba al teniente la moneda, la cual tenía caras en ambos lados.
El ejemplo de aquel dirigente, al frente de sus tropas, la confianza en ellas, hizo invencible a su ejército.
Cuba tiene también historias como la de esa moneda. Desde el 26 de julio de 1953, pasando por un grupo de hombres que venció el mar encrespado el 25 de noviembre de 1956, llegó a las costas del sur de oriente, subió a la Sierra Maestra, en número sumamente inferior derrotó a una fuerza poderosamente armada, hasta defender por 55 años esa Revolución que, frente a una hostil y genocida política que intenta matarla de hambre y necesidades, no renuncia a desarrollarse.
Vivimos hoy un momento trascendental, como muchos a lo largo de este proceso revolucionario, que en sí mismo ha sido y es extraordinario. La implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, capitaliza más que nuestras vidas, el futuro. Y en ese porvenir, quien tenga una responsabilidad carga sobre sus hombros el destino de todo un pueblo, pues ya se ha dicho, y con razón, que el documento solo no resuelve las dificultades.
Dirigir es un arte en el que todos los días se aprende, pero será más aplicado aquel que tenga la capacidad de estar al lado del que dirige, escuchándolo y compartiendo con él problemas y soluciones. Solo así tendría la moral para exigir y hacer cumplir.

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