lunes, 24 de marzo de 2014

Dos de Hedelberto López Blanch

La guerra de Occidente contra Rusia 
Transpacífico: Un tratado de desigualdad

Después del triunfo del referendo en Crimen con un 96,7 % de los electores a favor de integrar la estratégica península a la Federación Rusa, se han fortalecido las posiciones que defendía Moscú ante la intromisión de occidente en los asuntos internos de Kiev que provocaron el golpe de Estado contra el gobierno legítimo del presidente Viktor Yanukovich.
Fuentes oficiales de Washington han reconocido que gastaron 5 000 millones de dólares para provocar el desorden en Ucrania con el apoyo de varios países occidentales europeos y de una fuerte campaña en los medios de comunicación cuyo objetivo era satanizar al gobierno de Yanukovich, cambiar la dirección de ese Estado a su favor y ubicar bases militares en Ucrania, cerca de la frontera con Rusia.

Al no poder controlar Crimen donde se asienta la estratégica flota naval rusa y cuya península es una puerta principal de entrada hacia ese país, Washington apuesta por imponer sanciones económicas al gigante europeo que podrían traer graves consecuencias para Europa y hasta para Estados Unidos. 
Entre las medidas de presión, llamadas eufemísticamente “sanciones” aparecen la de limitar la emisión de visados para ciertas categorías de ciudadanos rusos y la congelación de cuentas bancarias.
El más afectado en este contendio será el gobierno ultraderechista que tomó el poder en Ucrania pues ese país depende directamente del gas de Moscú para mantener la economía, además de que varias compañías ucranianas son propiedad de ciudadanos rusos.
Kiev tiene una deuda con Rusia de 63 000 millones de dólares y este año debe abonarle 12 000 millones, mientras que ha quedado sobre hielo el préstamo de 15 000 millones que el gigante europeo había ofrecido a Yanukovich, y tampoco le rebajará el precio del gas que le envía.
Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha caído sobre la tambaleante nación con exigencias de llevar las privatizaciones a su máxima expresión y reducir todos los programas sociales para que pueda tener acceso a empréstitos como los otorgados a Grecia, Chipre, Portugal, España, que lejos de ayudarlos ha resolver los problemas, han profundizado la crisis.  
De un golpe, el acuerdo con el FMI recortará los fondos asignados a la educación, devaluará la moneda, elevará los precios de los bienes importados, incluyendo el gas ruso, y dejará los activos ucranianos disponibles para que sean controlados por las corporaciones occidentales. Claro, eso contando que Moscú no corte los suministros de combustible.
El primer ministro interino ucraniano, Arseny Yatsenyuk, le aseguró a la directora del Fondo, Christine Lagarde que ese gobierno cumplirá con todas las condiciones que impone el organismo.
Tres de los cuatro gasoductos que conectan a Rusia con Europa Occidental pasan por Ucrania y transportan hacia ese destino el 80 % del combustible.
Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Alemania, Reino Unido, entre otros, dependen en diferente grado de ese producto energético. Letonia importa el 75 % de sus necesidades, Alemania 40 % Reino Unido el 30 %.
Esta es un arma económica letal si Rusia la utiliza contra casi toda Europa Occidental, aunque como es lógico también ella resultaría afectada al no poder contar con esa entrada de divisas. 
Pero no olvidemos que Rusia pertenece al Grupo BRICS junto a China, India, Brasil y Sudáfrica cuyos dos primeros necesitan cantidades de combustible para su continuo desarrollo y podrían ser una solución a medio plazo para colocar el gas.  
Si las sanciones estadounidenses se incrementan, podrían también ser un detonante para impulsar el desarrollo del BRICS que desde hace un tiempo ha dado muestras de que no está obligado a ser parte del sistema monetario internacional donde aun impera el dólar.
Esos países ya realizan transacciones millonarias con la utilización de sus monedas nacionales, las cuales se profundizarían con las posibles sanciones de Occidente contra Rusia.
Podemos preguntarnos: ¿qué sería del billete verde si China y Rusia con grandes reservas de esa divisa, abandonaran el dólar? ¿Cuáles serían las consecuencias para Washington si los BRICS crearan su propia moneda? La respuesta es que el señor dólar y la hegemonía financiera que ejerce Estados Unidos sobre el resto de mundo se verían grandemente afectadas.
El economista John Williams, fundador del proyecto “Estadísticas Gubernamentales a la Sombra” significó que si Rusia se deshace de los dólares, “provocaría un colapso no solo en los mercados financieros, sino en todo el estilo de vida de los norteamericanos, y pudiera ser peor si sus socios comerciales, aliados como China, se incorporan a la iniciativa y los inversores internacionales sospechen un cambio drástico en el sistema financiero mundial”.
Pero en un análisis global, no se puede obviar que las economías de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea están entrelazadas por comercio, negocios e inversiones.
El comercio entre Moscú y Washington se elevó a 38 100 millones de dólares en 2013 con saldo favorable para el primero que exportó hacia el país norteño 26 960 millones de dólares mientras recibía de su contraparte, mercancías por valor de 11 260 millones de dólares. 
Entre otros, Rusia exporta hidrocarburos por más de 19 000 millones de dólares y fertilizantes por 1 000 millones de dólares. La empresa Boeing compra considerables cantidades de acero, titanio y piezas de aviones a compañías de ese país. Otras empresas como Cargill, Ford, General Motors y Exxon Mobil tienen gran presencia en el mercado ruso. 
En cuanto a la Unión Europea (UE), Rusia representa el 7 % de las importaciones totales y el 12 % de las exportaciones en el bloque de las 28 naciones, por lo que la convierte en el tercer socio comercial más importante, solo por detrás de Estados Unidos y China.
En 2013, el comercio entre los vecinos llegó a un valor de 140 000 millones de euros. Europa importa una tercera parte de sus necesidades de gas natural procedente de ese país, mientras Rusia también es dependiente del comercio con la UE.
En conclusiones, a ninguno de los involucrados en este conflicto provocado por las naciones occidentales capitalistas encabezadas por Estados Unidos les conviene una guerra económica que provocaría una profundización de la aun no resuelta crisis económica mundial. 
Las aguas, por tanto, deben volver a tomar su cause, aunque a Washington le duela reconocer que Rusia logró poner cartas credenciales de potencia mundial por la forma en que manejó la situación en Crimen. 

Transpacífico: Un tratado de desigualdad

La organización empresarial Council of the Americas-Americas Society, con sede en Nueva York, agrupa poderosos monopolios económicos como Barrick Gold (minera), Chevron (petrolera) y Monsanto (agroindustrial) y ha trabajado fuertemente en la conformaciòn del Tratado Transpacífico de Asociación Económica Estratégica

El inhóspito mundo de globalización en que vivimos ha impulsado  una vertiginosa guerra económica, en la cual las naciones más poderosas tratan de controlar la mayoría de los mercados del orbe.
Y en esa escalada en la que algunas países parecen no tener reparo, aparece el llamado Tratado Transpacífico de Asociación Económica Estratégica (TPP por sus siglas en inglés) en el que Estados Unidos, se esfuerza para imponer sus directrices y condicionamientos.
Desde la entrada de Washington  a las negociaciones en 2009 (el grupo surgió en 2006 con Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur), la táctica ha sido celebrar sesiones ultra secretas, aunque hace poco, organizaciones mediáticas como Wikileaks han logrado obtener información sobre los asuntos que se discuten.
Hasta ahora, los integrantes son Estados Unidos, Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam, Japón, y la concepción final es la completa liberalización de sus mercados (eliminación de aranceles, barreras comerciales y limitación de regulaciones estatales) para mayor beneficio de las compañías transnacionales.
La organización empresarial Council of the Americas-Americas Society, con sede en Nueva York, agrupa poderosos  monopolios económicos como Barrick Gold (minera), Chevron (petrolera) y Monsanto (agroindustrial) y ha trabajado fuertemente en la conformaciòn del TPP.
Según se conoce, de los 30 capítulos que componen el proyecto, tres -de suma importancia y peligrosidad para la soberanía de los pueblos- han sido destapados por Wikileaks: medio ambiente, inversiones y la propiedad intelectual.
Sobre el medioambiente y las inversiones, los Estados no tendrán ningún derecho a cuestionar el accionar de las empresas que se establezcan en sus territorios y se les brindarán facilidades para explotar la flora y la fauna.
Con esto, no podrán imponerles legislaciones estatales para el control de pesticidas, medidas de protección ecológica, seguridad alimentaria ni sanciones fiscales.
Esas disposiciones permitirían a las entidades privadas, tanto nacionales como extranjeras, demandar a los Estados ante tribunales internacionales por el entorpecimiento de sus negocios, supuestos daños a sus intereses por aplicar regulaciones o medidas de protección, y les permitiría recibir millonarias compensaciones de los gobiernos con el consecuente deterioro económico para los países.
Ejemplos sobre este injusto proceder sobran a lo largo de los últimos años, como ha sido el desastre ambiental, ecológico, económico y humano que provocó en la Amazonía ecuatoriana, la antigua compañía Texaco, adquirida por Chevron en 2001.
Después de derramar durante años de indiscriminada explotación, más de 64 340 000 litros de petróleo crudo, además de 68 130 000 litros de aguas de formación, (las que brotan de la tierra con petróleo, contaminadas con hidrocarburos tóxicos), la Chevron, con diferentes artimañas, se ha negado a pagar a los habitantes de esa zona ecuatoriana las indemnizaciones establecidas por varios tribunales. 
Esa transnacional estadounidense ni siquiera evaluó el informe realizado en 2009 por la activista norteamericana Kerry Kennedy, quien tras investigar las zonas afectadas reveló: “Bajo el manto de nubes, la selva es una maraña de manchas negras de petróleo, fango purulento y tuberías oxidadas”.
La contaminación afectó a la población, que ha presentado numerosos casos de malformaciones congénitas, cáncer y enfermedades en la piel.
Ahora la Chevron se agenció un juez en la ciudad de Nueva York que ha denegado su culpabilidad y por el momento la ha exonerado de pagar la indemnización solicitada.
Con la aprobación del TPP, las compañías podrán llevar los casos que estimen a tribunales internacionales, los cuales siempre están bajo el control de gobiernos capitalistas y de funcionarios afines con el consabido resultado de ganar cualquier pleito.
Mediante el acápite de la protección de la propiedad intelectual y la ampliación del plazo de vencimiento de patentes, los monopolios farmacéuticos podrán prohibir el acceso a los mercados de otros medicamentos y vacunas que ellos no produzcan.
Por tanto, los estados y las, poblaciones estarán invalidados para adquirir medicamentos genéricos de bajo costo y solo tendrán que comprar los fabricados por esos emporios al precio que decidan. 
Con el control sobre la propiedad intelectual también se limitaría el acceso a libros, películas y música, sectores  bajo registro de las naciones altamente desarrolladas. Con esas premisas se obliga a los países a reformar las leyes de Derecho de Autor.
En cuanto a internet, se censurarán sus contenidos, sin intervención de jueces que garanticen los derechos ciudadanos; se limitará la libertad de compra por medio ese sistema, se impedirá desbloquear los dispositivos tecnológicos, y se invalidará el acceso por motivos políticos.
En definitiva es una amplia guerra económica para que las naciones más desarrolladas como Estados Unidos o Japón, enfrenten con grandes ventajas economías emergentes como las agrupados en el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y en especial, contra el gigante asiático, que en los últimos años ha logrado un desarrollo relevante que podría poner en dificultad a la hegemonía unipolar estadounidense.
Pero al final, los más afectados serán los pueblos y los miles de millones de personas que no tienen propiedades, ni el poder adquisitivo de los grupos de ricos que dominan la economía mundial. Ante la grave amenaza, las naciones independientes y soberanas deben tener los ojos bien abiertos.

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