grado de sostenibilidad que tiene la Serie Nacional para la calidad del béisbol y para el bolsillo del país. Es por eso que cada vez que se va a criticar la estructura del máximo torneo beisbolero de la Isla el primer blanco fácil es la cantidad de conjuntos, que es, sin dudas, la principal causa de dos de los mayores problemas que tiene la pelota cubana, más allá de los peloteros que abandonan la nación o los miles de detalles y problemas de infraestructura que tiene el deporte.
Para muchos, dejar el pasatiempo nacional de los cubanos en ocho o hasta en seis equipos resultaría la solución ideal para aumentar la calidad, y por supuesto, reducir costos. A la postre, más de la mitad del país se quedaría, por supuesto, sin béisbol de nivel que ver durante todo el año, pues los mejores jugadores se concentrarían en las ciudades seleccionadas de antemano por alguien, mientras que el resto trataría de levantar los desánimos de las provincias restantes, en un torneo con una diferencia de oficio bastante notable.
Entonces, ¿qué ha motivado que haya habido tanta renuencia a decapitar la cantidad de equipos (uno por provincia) de la Serie Nacional? ¿Acaso países como Estados Unidos y Japón, con un mayor desarrollo económico tienen un equipo en cada Estado o Prefectura?
Sí, es cierto, esos países no tienen un equipo en cada territorio, pero en cada territorio hay participación en ligas altamente competitivas, que comienzan desde las infantiles, y que tienen continuidad en las secundarias, los preuniversitarios, y las universidades, para dar paso a las Ligas Menores, y con un poco de suerte, trabajo duro y habilidad, a las mayores. Todos estos circuitos, desde el más insignificante, se juegan en terrenos con calidad, con jugadores uniformados, y no faltan los guantes, las pelotas, los bates, los árbitros, y hasta la cobertura de los diarios locales.
Solamente se necesita investigar un poco en Japón, por ejemplo, para descubrir, aparte de la Nippon Professional Baseball, la existencia de los Koshien Tournaments, organizados por la National High School Baseball Federation: el Summer Koshien o National High School Baseball Championship, torneo de verano en el que participan 49 preuniversitarios de todo Japón, siguiendo un torneo clasificatorio que tiene lugar en estadios como el Meiji Jingu de Tokyo, y el Spring Koshien o National High School Baseball Invitational Tournament, que es por invitación y que reduce la participación a 36 conjuntos durante la primavera.
Además de lo anterior, existen los torneos escolares, los universitarios, junto a las ligas industriales (que este año tendrá tres torneos principales, con 32, 16 y 32 equipos y 12, cuatro y 11 días de participación, respectivamente), independiente y las ligas de granja por debajo de la Nippon Professional Baseball. O sea, que el camino hacia el máximo nivel es largo, angosto, y hay muchos que no llegan jamás, y permanecen en los otros circuitos que, aún sin el atractivo de la NPB, tienen seguidores y animan a miles y miles de fanáticos al año.
En Estados Unidos se nota también muchísimo el nivel de masividad: Little Leagues (Ligas Infantiles), liga de preuniversitario o High School, liga universitaria (rematada con la College World Series o Serie Mundial Universitaria, pero de ahí en adelante, entre el más bajo nivel de las Ligas Menores y las Ligas Mayores hay un camino tan largo, que el jugador que tenga que pasar por todas podría sentirse como en el Laberinto del Minotauro. Por otro lado, la CanAm Association (Asociación de Canadá y Estados Unidos) y una infinidad de ligas independientes animan también a aquellos lugares por donde los peloteros de la MLB no pasan a menos que vivan en ellos. O sea, que la Major League Baseball se centra en 26 ciudades norteamericanas (Chicago, Nueva York y Los Ángeles tienen dos equipos y hay otro conjunto en Toronto, Canadá), y solamente en el estado de California hay cinco equipos (Dodgers, Angelinos, Atléticos, Padres y los actuales campeones, los Gigantes).
Esto demuestra que los 30 conjuntos de Grandes Ligas no están tan “esparcidos” como muchos podrían pensar. Pero una buena parte de los ciudadanos norteamericanos tienen acceso a esa liga, y si no tienen el béisbol en la ciudad, salen a buscarlo, porque tienen los medios económicos para hacerlo y porque se juega en verano y los niños están de vacaciones y pueden viajar para ver a sus héroes.
¿Se ha puesto alguien a pensar cómo podría un fanático guantanamero del béisbol viajar a Villa Clara si por ventura es la ciudad donde juega el equipo con más jugadores guantanameros y él quiere verlos o si peor, es el equipo más cercano que le queda? De seguro tendría que conformarse con verlo solamente por televisión, o cuando vayan de vacaciones. Lo difícil que es viajar en Cuba —me consta, y he escrito al respecto— en materia económica y de dificultades por la mala infraestructura del transporte (eso sin contar el alojamiento en una provincia vecina) hace que se prácticamente un sueño, o una inversión inmensa que podría llevar a un padre a tener que ahorrar casi tanto dinero como el que deberían ahorrar para llevar a su familia a un hotel cinco estrellas.
Los fanáticos norteamericanos tienen claramente muchas otras opciones aparte de las Grandes Ligas: dígase las ligas escolares, las universitarias, además de todas las ligas independientes y ligas menores afiliadas a los equipos de la MLB. Cada uno tiene al menos tres afiliados, uno en Clase A, otro en Clase AA y otro en Clase AAA, sin contar con que hay otros niveles en los que también tienen un conjunto que tributa a ellos. O sea, que en Estados Unidos hay al menos 90 equipos que tributan a conjuntos de la MLB y pertenecen a la MiLB (Minor League Baseball).
Para decirlo más claramente: en la Clase A Avanzada hay tres ligas, la Florida State League, que cuenta con 12 conjuntos; la Carolina League, que presenta ocho; y la California League, que tiene 10. En la Clase A, aparecen dos ligas, la South Atlantic League (SAL), en la que juegan 14 conjuntos; y la Midwest League, en la que participan 16. En la Clase A (short season) aparecen igualmente dos ligas, la New York-Penn League, donde se desempeñan 14 clubes; y la Northwest League, donde juegan ocho. La Clase AA (Doble A) ha sufrido varias modificaciones, y tiene ligas como la Eastern League (desde 1963), donde ven acción 12 conjuntos; la Texas League (desde 1946), donde juegan ocho clubes; y la Southern League, en la que participan 10 equipos. Otras ligas de Clase AA fueron la Liga Mexicana (1955-1966 hasta pasar a Triple A), la Southen Association (1946-1961) y la South Atlantic League (que estuvo solamente en 1963). En la más fuerte antes de la MLB, la Triple A o Clase AAA, hay actualmente tres ligas: la International League (establecida en 1946), que cuenta con un total de 14 clubes; la Pacific Coast League o PCL (1946-1951, 1958-presente), en la que participan 16 equipos; y la Liga Mexicana (desde 1967 en Triple A), en la que hay 16 clubes, aunque no juegan en Estados Unidos. En general, en Clase A Avanzada hay 30 equipos, en Clase A 30 más, en Clase A Short Season hay 22, en la Clase AA hay 30 y en la Triple A hay 30 sin contar los 16 de la Liga Mexicana… ¡y he pasado por alto las Ligas Independientes!
O sea, que dese 1963, cuando se reorganizó la MiLB, aparte de los 30 clubes de la MLB, los aficionados estadounidenses cuentan además con 142 clubes que juegan casi a la par de las Grandes Ligas, excepto los de temporada corta. Esto sin contar los circuitos Universitarios y de preuniversitario, que tienen una organización excelente y en las que juegan una enorme cantidad de equipos, pues todos ellos, de una manera u otra, son potenciales futuros ligamayoristas o incluso miembros del Salón de la Fama de las Grandes Ligas.
Con esta cantidad de béisbol disponible, podríamos decir que los fanáticos de este deporte en Estados Unidos tienen la oportunidad de ver pelota de calidad (sin que esto implique necesariamente poder sentarse en los palcos de un estadio de Grandes Ligas), pues todas las diferentes ligas están esparcidas por distintos territorios, y la gente las sigue, da apoyo a los equipos y conoce a los jugadores, con los que en muchas ocasiones comparten incluso amistad y hasta vínculos familiares.
Es entonces de entender por qué cuando se organizan certámenes universitarios equipos como Estados Unidos y Japón llevan peloteros que son exclusivamente de la liga universitaria. Es que precisamente esos circuitos son extremadamente fuertes, con una infraestructura de una base muy sólida, y con antecedentes (dígase béisbol infantil, de secundaria, preuniversitario, Koshien o sus similares) de un marcado nivel, en los que además los jugadores van puliendo las deficiencias propias de su edad o categoría.
Recientemente, la Serie del Caribe nos dejó una terrible lección: a pesar de haber ganado, los peloteros cubanos carecen del oficio necesario para enfrentarse a rivales de nivel superior, pues sufrieron con prácticamente la escuadra nacional en un torneo de clubes. Muchos podrían preguntarse por qué falta el nivel, pero la respuesta es más que evidente. Sencillamente, hay demasiados equipos, y un torneo de 16 conjuntos no debe ser el máximo nivel doméstico al que podría aspirar una nación de apenas 11 millones de habitantes, más aún si año tras año pierde decenas de peloteros de calidad por encima de su media y no puede además contar con la participación de figuras foráneas.
Cuando vienen los desastres o las derrotas, uno de los temas que más se toca y que más se menciona es precisamente la susodicha base, pero realmente quienes lo hacen apenas tienen idea de todas las implicaciones que tiene desarrollar de verdad el béisbol desde la base en Cuba.
Lo primero es que desgraciadamente existen enormes lagunas entre un nivel y otro, a los jóvenes jugadores (y me refiero incluso a los niños que comienzan) no se les da el seguimiento apropiado, y van “subiendo” de categoría, sin que esto signifique que van subiendo de nivel. Por el contrario, van arrastrando deficiencias que se convierten en grandes obstáculos para su buen desempeño en Series Nacionales, e incluso —si abandonaran el país—, en una limitante para ser fichados que los scouts notan con solo pestañear.
Entonces, cuando se habla de la necesidad de la reducción de equipos, una de las razones que se esgrime par ano hacerlo —muy bien fundamentada, partamos de ahí— es la representatividad. No es justo dejar sin béisbol a una provincia, partiendo precisamente del hecho de que esa provincia no tendrá otra opción beisbolera de calidad decente que no sea la Serie Nacional, pues las Series Provinciales son torneos de muy poco nivel, eso sin tener que mencionar la calidad de los torneos colegiales o de barrio (si es que hay alguno).
Es comprensible (sin que esto quiera decir que es lo más indicado) entonces que se quiera mantener el estado actual de las cosas: si ya muchos niños no quieren jugar béisbol porque no ven en él una esperanza futura a crecer como individuos y a crecer de manera económica, imaginemos cuánto sufriría ese interés si para colmo no tienen en sus provincias un equipo al que seguir o al que aspirar a integrar como mayores. Lo mismo pasaría con los padres, o los adultos, que no podrán desarrollar su afición y comenzarán a sentir cada vez más apatía hacia el deporte de las bolas y los strikes.
Categóricamente, no podemos competir en infraestructura con países como Estados Unidos y Japón como para pretender desarrollar nuestro béisbol de menores. Países incluso con menos categoría beisbolera y menos desarrollo que Cuba participan en la Serie Mundial Infantil (LLWS: Little League World Series), un torneo que se televisa íntegramente en ESPN, algo que podría cambiar con el rumbo que han tomado las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, pero que podría traer el mismo resultado de siempre: llevar al equipo nacional a un torneo de equipos locales (en Cuba no hay un torneo nacional infantil que sea de veras exigente para ese nivel), con lo cual la burbuja seguiría inflándose… ¿suena familiar.
En épocas de Series Selectivas, Súper Selectivas o como quieran llamarles, eran estos los torneos secundarios. Ahora, ¿a quién se le ocurre que un torneo de calidad y exigencia inferior pueda ser el principal en detrimento de otro que se celebra “en el mismo lugar y con la misma gente”? A nosotros los cubanos, claro está.
La solución —pese a todas las propuestas por muchas personas, incluso propuestas acá— podría ser seguir jugando la Serie Nacional tal y como está en cuanto a la cantidad de conjuntos (aunque dejaría de ser el principal torneo del país), pero celebrar un torneo más exigente, con menos conjuntos y más largo, ajustado a las exigencias del panorama internacional del Caribe invernal, que pasaría a ser la cúspide del béisbol cubano, y que obligaría —previa reparación capital de muchos de los estadios del país— a cada club a jugar una misma cantidad de partidos en todos los estadios de la nación, estableciendo semifinales y finales a ser celebrada de manera alterna en diferentes sedes (estilo Super Bowl), de forma tal que toda Cuba pueda presenciar lo máximo del nivel nacional del béisbol in-situ. Al mismo tiempo, debería potenciarse aún más el béisbol desde la base y estimular su desarrollo fuera de las Eide y las ESPA (al parecer dueños y señores del patrimonio beisbolero del país), o sea las ligas escolares, preuniversitarias, universitarias y hasta de trabajadores.
¿Y sobre la representatividad? Bueno, si se hace todo bien, ¿alguien puede pedir más?
No hay comentarios:
Publicar un comentario