Hedelberto López Blanch
Resulta difícil encontrar en algún medio de comunicación occidental una noticia económica agradable sobre cualquier nación africana pues se dedican a sobredimensionar los problemas en ese continente para hacer creer a la opinión pública que sus habitantes son incapaces de gobernar esos países, lo cual muchos llaman mentalidad colonialista.
El oyente o lector que se hubiera guiado por las informaciones sobre Sudáfrica que ofrecían esos medios, no comprenderán cómo el Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés) pudo obtener una mayoría absoluta en las recientes elecciones presidenciales sudafricanas.
En términos generales, el ANC con su candidato a la reelección, Jacob Zuma, arrasó con el 63 % de los sufragios, y dejó muy atrás a Helen Zille, su principal contendiente del partido opositor Alianza Democrática (AD), que solo obtuvo el 22 %. En el AD se han agrupado la mayoría de los blancos que mantuvieron o apoyaron al régimen del apartheid. Otros partidos más pequeños se dividieron los restantes sufragios.
Durante los últimos meses, los poderosos medios de prensa internacionales montaron una fuerte campaña contra el gobierno sudafricano en los cuales aupaban los problemas sin resaltar ningún aspecto económico o político positivo.
La agencia española EFE señalaba en uno de sus artículos, “Pese a los enormes problemas sociales que enfrenta la nación, la altísima criminalidad, la corrupción y la mala gestión pública, la mayoría de la población sigue confiando en el ANC como la mejor opción”.
La AFP de Francia afirmaba: “Cada año centenares de protestas sociales, algunas de ellas violentas, dejan patente la indignación por la penosa situación, sobre todo a nivel local. Algo que también queda demostrado por el creciente número de votantes que optan por no ejercer su derecho”.
Otra agencia de noticias, la alemana DPA escribía: “El desempleo alcanza el 25 %. Ante todo son los millones de pobres en las ciudades quienes sufren las consecuencias de deficientes administraciones, escuelas y hospitales mal equipados, así como de las altas tasas de criminalidad”.
Estas son algunas de las cientos de informaciones que tanto la prensa escrita como la televisiva emitían desde meses antes de llevarse a cabo las elecciones generales. Todo se preparaba para provocar una mayor abstención de tal forma que el ANC no alcanzara los votos necesarios en el Parlamento y tuviera que buscar alianzas con otros partidos para gobernar. Debilitar al ANC era la meta.
Durante los 20 años de gobernación desde que el 27 de abril de 1994 cuando el primer presidente negro en la historia sudafricana, Nelson Mandela, alcanzó el poder, el Congreso Nacional Africano ha demostrado que pese a sufrir más de 300 años de colonialismo, segregación y gobiernos de minoría blanca, los verdaderos habitantes del país, eran capaz de administrar los destinos de la nación.
Recordemos que durante más de tres siglos al pueblo sudafricano se le impedía acceder a educación elemental o superior; se prohibía en las escuelas primarias enseñar matemáticas o ciencias; la historia era solo la escrita por los colonialistas; la población autóctona la encerraban en los llamados bantustanes (separación de las razas) y los empleos ofrecidos por los negros, eran de semi esclavitud, en servicios domésticos o yacimientos minerales.
La desocupación cifraba el 70 % entre la población nativa, mientras el hambre, la insalubridad y la muerte por enfermedades e inanición, eran parte de la vida cotidiana de los sudafricanos no blancos.
Tras ganar las recién pasadas elecciones de mayo, Jacob Zuma expresó: “Nos hemos acercado a nuestro preciado sueño de una Sudáfrica unida, no racial, no sexista, democrática y próspera, aunque nos queda aún un camino por andar en la erradicación de la pobreza, la desigualdad y el desempleo.
“En los 20 años de gobierno del ANC ha mejorado el acceso nacional a la atención médica, el reconocimiento del papel de las mujeres, los programas de ayuda económica para familias pobres; progresos en la reducción de la delincuencia, mientras que 11 millones de huérfanos se benefician de ayudas sociales”, agregó.
Según el Fondo Monetario Internacional, Sudáfrica ocupa el lugar 25 del mundo por su Producto Interno Bruto (PIB) que alcanza a 527 000 millones de dólares con un promedio de crecimiento anual en los últimos cinco años entre 2 y 3 % del PIB. Esto a pesar de la crisis económica mundial y en especial la que afecta a los países de la Unión Europea donde coloca un tercio de sus producciones.
Pretoria esta considerada como la primera economía de África (aunque ya la asecha Nigeria) con un 25 % de todo el PIB del continente. Cuenta con un gran volumen de capital nacional (público y privado) en estrecha relación con las grandes redes económicas mundiales.
La bolsa de valores de Johannesburgo es la mayor de África, y su industria la más poderosa y diversificada de todo el continente que va desde producciones de artículos y bienes agropecuarios y minerales (diamantes oro, platino, cromo, carbón), hasta los sectores automovilístico, aeronáutico.
Su moderna infraestructura le permite una eficiente distribución de los productos hacia los principales centros urbanos a lo largo de toda la región.
Sudáfrica con su plena integración en los organismos económicos políticos y económicos regionales e internacionales se ha convertido en una poderosa nación que señala el camino futuro del continente africano. Su reciente integración al grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) le abre un panorama económico más halagüeño en la arena mundial.
Antes en ese país nacer negro era heredar una maldición para toda la vida, y en cambio, nacer blanco era disfrutar de todos los beneficios económicos y sociales.
En solo dos décadas de democracia después de la caída del apartheid, el ANC ha demostrado que los pueblos africanos pueden resolver y administrar con eficiencia la economía y los destinos de sus países.
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