martes, 17 de junio de 2014

Las andanzas juveniles de Winston Churchill en Cuba

Tomado de ACN

Es conocida la predilección del desaparecido primer ministro británico Winston Churchill (1874-1965) por el tabaco cubano, pero casi desconocidas son sus andanzas juveniles por la Isla.

Detalles poco difundidos de la estancia en Cuba del célebre estadista revela la investigación Arroyo Blanco: la ruta cubana de Churchill, de Lourdes María Méndez Vargas, publicada por Ediciones Luminarias, de la provincia de Sancti Spíritus.
La historiadora Josefina Suárez Serrano, en la introducción del libro, expresa que el joven Churchill, testigo excepcional de los inicios de la Invasión a Occidente, citó a Arroyo Blanco como el punto de partida de los acontecimientos más significativos de los vividos en su recorrido a través de Cuba.

Méndez Vargas, procedente de una familia de tradiciones mambisas asentada en dicho poblado, regresó a su lugar de origen, luego de cumplir el servicio diplomático en Uruguay y Paraguay, para asumir la dirección de una finca familiar.
Enamorada de la historia, actualmente prosigue indagando en el acontecer de la guerra contra la metrópoli española en esa localidad espirituana, luego de narrar los avatares de Churchill en su estancia en el país antillano, en 1895, para ver de cerca el desarrollo de la guerra libertaria.
Esta comenta las contradicciones sobre la fecha de la peculiar visita del joven, recién graduado de un colegio militar, y más tarde una destacada personalidad a nivel mundial. Cartas y documentos sugieren el 20 de noviembre de 1895 como la fecha más probable de su llegada a La Habana.
Acerca de esta aventura en Cuba, como Churchill cataloga su primer viaje a la nación caribeña, escribió: "Es solo cuando uno viaja a través de la isla que uno comprende su riqueza, su tamaño o su belleza”.
El futuro primer ministro de Gran Bretaña, por entonces engalanado en su uniforme de húsar, describe su bautismo de fuego en el territorio antillano: “El 30 de noviembre era el día de mi cumpleaños, siendo la primera vez que oí tiros disparados con furia y balas que daban en la carne o silbaban en el aire”.
Leonard Spencer Churchill, bisoño oficial de caballería,  y Reginald Barnes, su compañero de viaje, retornan a La Habana y el 14 de ese mes regresan a Gran Bretaña.
“El mundo se me abrió como la Cueva de Alí Babá. Desde 1895 hasta el momento no he tenido descanso”, dijo el estadista de aquella inolvidable experiencia en su libro Mi primera juventud.

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