comerciales entre países de diferentes continentes representan las piedras angulares de la economía mundial, resulta inconsecuente y absurdo tratar de rendir con bloqueos económicos y financieros a una potencia como Rusia.
Hacia esa vertiente se ha movido Estados Unidos, seguido por su fiel servidor, la Unión Europea, que desde hace varios meses han lanzado una fuerte ofensiva contra Moscú, a quien el primero otea como una potencia que resurge después de la debacle de la ex Unión Soviética y que aparece como un obstáculo para mantener un mundo unipolar.
Desde que Estados Unidos ayudó a derrocar al gobierno ucraniano de Viktor Yanukovich y con la llegada a esa nación (fronteriza con Moscú y durante muchos años parte de la Unión Soviética) de un gobierno ultraderechista y prooccidental, las llamadas sanciones contra Rusia han sido una constante por parte de Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Una desbordante campaña mediática occidental ha sido engrasada para hacer creer a la opinión pública internacional que Moscú tiene la culpa de lo que ocurre en Ucrania, mientras se tapan o minimizan los bombardeos contra las poblaciones civiles del Este del país, llevadas a cabo por el gobierno de Piort Poroshenko, que han dejado centenares de muertos y heridos.
El último paquete de sanciones de la UE, que entró en vigor el primero de agosto, va dirigido a afectar a las industrias petroleras y de Defensa, además de prohibir a los ciudadanos y empresas de la UE comprar o vender nuevos bonos, acciones o instrumentos financieros con un vencimiento superior a 90 días emitidos por los bancos estatales rusos.
Asimismo, limitan la exportación de equipos para la exploración de petróleo en aguas profundas y en la plataforma del Ártico, y para la producción de petróleo y proyectos relacionados con hidrocarburos de esquisto.
Las sanciones innegablemente que perturbarán el desarrollo económico de Rusia al causar momentáneamente, la huida de capitales, bajar el volumen de las inversiones e impedir a bancos tener acceso a créditos foráneos, pero no solo ese país será el perjudicado.
Muy interesantes resultan dos recientes declaraciones. La primera del diario inglés The Financial Times, al significar que esas sanciones “comienzan a afectar a las empresas europeas”.
La segunda, la emitió el Fondo Monetario Internacional cuando comentó que el endurecimiento de las sanciones contra Rusia podría traer consigo un impacto económico negativo para los países de la Comunidad de Estados Independientes y la UE, así como afectar a la economía mundial.
The Financial Times, asegura que las acciones de Adidas, segundo grupo más grande del mundo en la producción de artículos deportivos, cayeron un 15 % después de que compañías advirtió que los riegos relativos al gasto de los consumidores rusos aceleraría el cierre de sus tiendas en esa nación.
Volkswagen y Renault ya reportaron, respectivamente, una caída del 8 % de sus ventas a Moscú; la Asociación de empresas de Maquinaria Alemanas, adujo que el comercio bilateral con el gigante europeo y la demanda en los mercados más importantes han disminuido desde la crisis en Ucrania.
El tercer mayor prestamista en Europa, el Erste Group, señaló que la crisis Moscú-UE va camino de afectar también a los bancos de Europa del este. En tanto, la empresa británica BP, que cuenta con el 20 % de las acciones de la petrolera Rosneft, enfatizó que sus beneficios caerán debido a las medidas aprobadas.
Todo esto sucedió antes que Moscú comenzara a mover piezas claves que tiene en su poder como limitar las exportaciones de productos alimenticios desde Estados Unidos, Canadá y Europa (que buscará en otros países) o la gran cantidad de gas y petróleo que suministra diariamente a varios países europeos y que una parte importante pasa a través de los gasoductos en territorio ucraniano.
Si esto ocurre aumentará el precio del petróleo lo cual afectará a la economía mundial, además de que el invierno será mucho más crudo e insoportable para la gran mayoría de los ciudadanos con una incidencia negativa para sus gobiernos.
Si esto ocurre, aumentará el precio del petróleo lo cual afectará a la economía mundial, además de que el invierno será mucho más crudo e insoportable para la gran mayoría de los ciudadanos con una incidencia negativa para sus gobiernos.
Pero analicemos que aunque Estados Unidos presione para tratar de cerrar el cerco económico y financiero contra Moscú, muchos e importantes países no lo acompañarán como son los integrantes del BRICS (China, India, Brasil, Sudáfrica) que tienen firmados millonarios convenios con el gigante europeo.
En América Latina y el Caribe, las relaciones comerciales con Moscú se han ido estrechando constantemente y la mayoría de sus 33 países mantienen estrechos lazos de cooperación en la esfera civil y militar.
En Asia, además de las ya mencionadas China e India, otros como Singapur, Malasia, Corea del Sur y Japón no están interesados en cortar esas relaciones pues les afectarían sus economías y hasta aumentarían las tensiones políticas internas en algunos de los casos.
La imposición de sanciones, lejos de provocar mayores dificultades a Moscú, podría tener un efecto contrario al poder reforzar esa nación su mercado interno y expandir su comercio exterior fuera de las fronteras europeas.
En conclusiones, en este mundo globalizado las sanciones no provocarán la caída del gobierno de Vladimir Putin como intentan Estados Unidos y Europa Occidental.
Un solo ejemplo resulta esclarecedor. A lo largo de más de 50 años, Cuba, una pequeña isla en el mar Caribe, ha demostrado que pese al más violento y arbitrario bloqueo económico, un país con una fuerte relación gobierno-pueblo, puede resistir y salir adelante. Rusia, por tanto, puede convertirse en otro fracaso para la agresiva política estadounidense.
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