jueves, 17 de abril de 2014

Strike 3: Fumarse el cielo... Pinar Campeón!!!

Por Michel Contreras

Positivo: El relevo salvador de Vladimir Baños. Negativo: La defensa de campo por ambos bandos. Preocupante: El pelotero cubano discrimina muy mal en dos strikes. Incomprensible: Los finalistas de nuestra pelota pueden darse el lujo de prescindir de un bullpen (cuando menos) decoroso. Recomendable: Comisión Nacional, por favor, adecue el calendario de la Serie a fin de que la lluvia no sea más el invitado indeseable.

La pelota pinareña conquistó su décimo campeonato nacional al disponer este miércoles de Matanzas nueve carreras contra seis, en el sexto partido de un dual meet que se peleó con mucho arresto y hambre de victoria. Justo como le corresponde a estas instancias.
Fue una noche de velas inflamadas en que los managers tomaron rumbos diferentes con respecto a sus designaciones de la víspera. Así, Víctor Mesa se mantuvo en sus trece con Joel Suárez, pero Alfonso Urquiola aprovechó la inesperada fecha de descanso para encomendarle la apertura al as Yosvani Torres. “Él pidió la pelota y se la di”, me dijo el mentor de los verdes mientras fumaba un puro antes del juego.
Lo cierto es que Suárez tuvo un paso anecdótico por el desafío al enfrentar apenas a dos bateadores: transfirió a Roel Santos, soportó un triple de David Castillo y ¡bang! le cedió la pelota a Yoelkis Cruz. Desestimado con frecuencia, inestable en algunas salidas recientes, el tunero encontró el rancho en llamas -corredor en tercera sin out- y evitó la ampliación de la ventaja reduciendo a la tanda alta visitante (todo sea dicho, ayudado por un tiro perfecto de Víctor Víctor sobre la conexión de Donal Duarte).
La respuesta de los dueños de casa fue inmediata, como si le quisieran alimentar el sueño a una muchedumbre que coreaba “sí se puede”. Con cuatro días de descanso, Torres toleró hit de Dainer Moreira, que pisó el home con el tubey de un Ariel Sánchez destapado. Entonces falló Yadiel Hernández –debidamente restituido al tercer turno-, mas el torpedero Luis Alberto Valdés disparó sin puntería a la inicial tras la rolata de Eriel Sánchez y regaló una (otra) raya.
El dislate de la defensa no sería el último del inning, ni el único costoso. Ya con dos outs, Lorenzo Quintana no retuvo la Mizuno en lo que iba a ser una jugada de rutina en el plato, el score se colocó 3×1 y, en un santiamén, las tribunas del centro y la derecha comenzaron a inundarse de camisetas rojas. Arriba, algunos nubarrones empañaban las luces del crepúsculo, pero los meteorólogos de grada aseguraban que ese agua se la llevaba el viento.
El segundo episodio transcurrió sin sobresaltos, y a la altura del capítulo tres ya era evidente que Torres había recuperado el tono cotidiano. Esto es, rollings ingenuos, elevados al infield, poca demora y mucho strike. Enfrente, la situación se complicaba…
Después de poner la entrada a punto de mate, un discutido dead ball a Quintana –quien no se inmutó al recibir el supuesto pelotazo y despertó masiva suspicacia- preludió sucesivos sencillos de Osniel Madera, Valdés y Andrés Quiala, en impecable toque de bola que sorprendió a las piedras. Aunque Santos dejó luego las bases repletas, el desafío ya se había cerrado al límite.
No se esperaba menos de “un play off que debíamos ganar los dos equipos”, al decir del cuasi inalterable Urquiola. Después del desafío de infarto del domingo, las mejores escuadras de la Serie volvían a pulsear a muñeca partida, presagiando otro final para el recuerdo. Había tambores y cornetas, gritos y tensiones. Un ambiente exquisito para el béisbol. (Acomodadas detrás de la malla, las leyendas –Casanova, Tati Valdés, Ajete, Reinaldo Costa, Félix Pino- departían en calma, como si nada sucediera en el terreno).
Sin embargo, el relativo equilibrio se hizo añicos en el sexto, que fue un inning de espanto para los anfitriones. Dos imparables y un nuevo dead ball cuajaron los ángulos, vino Félix Fuentes y pasó lo peor que le podía pasar: Valdés, un verdugo para los pitchers yumurinos en esta campaña, le pegó un escalofriante Grand Slam por el left field. Cuatro carreras eran suficientes para empatar e irse arriba, pero faltaba otra que anotaría en las piernas del sprinter Santos, escudado en un error de Víctor Víctor.
¿Caso resuelto? Podría ser, si no se tratara de una porfía entre equipos que, pese a estar sobrados de carencias, han alardeado de esa cosa que por educación voy a denominar “hormonas masculinas”. De modo que Matanzas se acercó muy pronto mediante el bambinazo de Eriel con uno en base –primer indiscutible que soportaba Torres desde la revuelta local del comienzo-, y el Más Valioso de la temporada le dio paso en el montículo al Novato del Año, Vladimir Gutiérrez.
La historia aún no estaba escrita. La pizarra acababa de cerrarse por margen de dos, y a todas luces habría mucho machete por dar todavía. Sin embargo, Pinar consumó el anticlímax con una embestida en el séptimo a costa de Fuentes y Yoani Yera, la cual se limitó a solo una anotación gracias al relevo providencial de Carlos Juan Viera.
Séptimo, parte baja. Los Cocodrilos abren con boleto a Raúl González y hit de Yurisbel Gracial. Víctor Mesa, que pierde por tres, no puede tocar con su primogénito y lo reemplaza por Yasiel Santoya, que se poncha. Seguidamente, Moreira roletea para doble matanza, y es en ese momento preciso que Valdés, antes villano, luego héroe, vuelve a vestirse de rufián y facilita el descuento matancero. 8×6. La desgracia se cierne sobre el dugout de los vegueros, que se aterra con las líneas en fila de Ariel Sánchez y Yadiel, capturadas in extremis en franco territorio del right-center. Alguien, por pura precaución, prende unas velas sobre el banco de los verdes.
Viera retira sin apuros el octavo, y Gutiérrez –monumento al aplomo de un novato- hace lo mismo con la cooperación de Duarte sobre el batazo de José Miguel Fernández. En el noveno, Quintana desaparece literalmente la bola y da el golpe definitivo al moribundo, que va a consumir su posible última vez.
Pero hay vida en la ciénaga. Raúl González y Gracial suenan imparables que convocan a Vladimir Baños al montículo. Los nervios están disparados, a tal punto que el calor incendia algunos puños en el graderío. Viene Santoya al bate y hace otro swing al aire sobre un rompimiento. Asfixiado por la adversidad, VM32 lo llama a la banca, manda a Lázaro Herrera en misión de emergente, y el receptor se poncha sin tirarle. Un segundo más tarde, Moreira es puesto out en primera, y la escena queda lista para que Ariel Sánchez empuñe con el empate en su madero.
Foul y foul. El zurdo se mete pronto por debajo en el conteo, y deja pasar una curva que levanta exclamaciones por su similitud con el strike. Entonces, con el cuarto lanzamiento, abanica para felicidad del contrincante. La locura se tiñe de verde y salta al ruedo. Por tercera ocasión, Alfonso Urquiola gana el campeonato cubano de pelota. Su equipo es el merecido titular, y el país huele a vega de tabaco.
Pinar, estremecido, arde parejo.

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