diciembre el restablecimiento de relaciones diplomáticas, las Grandes Ligas se frotaron las manos de placer.
Aparentemente, se abrían las puertas al regreso del mercado extranjero más natural y rico que tuvo el mejor béisbol del mundo durante las primeras seis décadas del siglo XX.
El comisionado Rob Manfred dijo desde el principio que las Grandes Ligas observaban con atención el desarrollo de los acontecimientos para actuar tan pronto como fuera posible.
Pero ocho meses después, las relaciones beisboleras entre Cuba y Estados Unidos no van al mismo ritmo que las diplomáticas.
El flujo de salidas desde la isla, ya legales, ya ilegales, se ha incrementado en los últimos tiempos y desde el 1 de enero del 2015 más de 60 peloteros han abandonado el país para tratar de encontrar un lugar en las Mayores.
Mientras tanto, Yulieski Gourriel, posiblemente el jugador más talentoso que ha dado Cuba en los últimos diez años, sigue estancado, con la esperanza de convertirse en el primero en firmar un contrato con una franquicia de Grandes Ligas desde la propia isla.
La creencia de que las cosas se resolverán en un futuro inmediato mantiene a Gourriel en un compás de espera, a pesar de que a sus 31 años de edad, el tiempo corre en su contra y se le agota.
Al mismo tiempo, los fanáticos cubanos a ambos lados del Estrecho de la Florida han comenzado a especular sobre la posibilidad de presentar un verdadero trabuco en el IV Clásico Mundial de Béisbol, a celebrarse en el 2017.
Los nombres de Gourriel y el toletero Alfredo Despaigne, quien anda castigando al pitcheo en la liga profesional japonesa, se colocan en la misma oración de Yoenis Céspedes, José Abreu, Aroldis Chapman, José Fernández, Yasiel Puig, José Iglesias y otros tantos compatriotas que brillan con luz propia en las Mayores.
Decenas de sitios sobre béisbol cubano que han proliferado en la red emplean tiempo y espacio cada día para armar un equipo de ensueño, con el que esperan disputarle la corona a los mismísimos dominicanos, campeones vigentes del evento.
Pero como dice el refrán, una cosa piensa el borracho y otra el bodeguero.
La mayoría de las estrellas cubanas en Grandes Ligas han expresado en múltiples entrevistas su deseo de vestir el uniforme del país que los vio nacer.
Pero las autoridades cubanas no han mostrado un ápice de voluntad para convocar a las ovejas que se les escaparon del corral.
El único que se ha atrevido a hablar del tema, aunque con reservas, es el actual director nacional de béisbol, Heriberto Suárez, quien dijo a ESPN durante la pasada Serie del Caribe que la posibilidad de llamar a filas a los llamados desertores se analizaría caso a caso.
Y es que se trata de una decisión absolutamente extradeportiva, en un país donde cada paso que se toma pasa por la política, aunque la gente de a pie hace rato se haya cansado del mismo discurso aburrido de medio siglo de atraso.
Para evadir el tema, algunos funcionarios esgrimen el argumento del embargo económico que aún persiste, aunque cada vez se le abran más grietas.
Pero detrás de todo está la falta de voluntad, pues en situación similar a los peloteros que están en Grandes Ligas se encuentran voleibolistas que brillan en la liga profesional italiana.
Y que yo sepa, Italia no tiene ningún embargo comercial sobre la isla, así que perfectamente podrían convocarse a la selección nacional de voleibol a aquellos que juegan en Europa.
A la larga, las cosas se darán y Cuba podrá presentar su añorado trabuco, quien sabe si en el 2017 o en el V Clásico, en el 2021, para bien no sólo de la isla, sino de todo el béisbol.
Pero por ahora, las relaciones beisboleras hay que tomarlas con calma, aunque soñar no cueste nada.
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